Una rueda desafortunada

El alcalde Alejandro Navarro da otra muestra de su falta de previsión al instalar, sin permiso, una atracción de feria en el de por sí atestado centro guanajuatense

“Galáctica”, junto al monumento a la Paz.

Por Ben Segram

Los caminantes que atinaron a pasar por el centro de Guanajuato, desde el pasado domingo, se detuvieron, asombrados y desconcertados, ante la visión de “Galáctica”, como pretenciosamente ha sido nombrada una rueda de la fortuna que ocupa gran parte del espacio de la transitada plaza de la Paz.

Anunciado con bombo y platillo como gran atracción con motivo de las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla, el aparato desató de inmediato una andanada de críticas por el “mal gusto” y, sobre todo, por el manifiesto impacto visual en un sitio Patrimonio de la Humanidad que aún no se repone del atentado que representa la enorme y cercana G multicolor en el corazón de la ciudad.

Por supuesto, hubo también defensores de la ocurrencia: si Bruselas, Londres y otras grandes urbes las tienen, ¿por qué no Guanajuato?, señalan unos. Además, se ven re’bonitos sus foquitos de colores por la noche, pensarán muchos otros. Y las colas de gente para subir y echar una mirada desde arriba la justifican, dijeron otros.

Independientemente de los gustos particulares por tales atracciones, asombra que las autoridades municipales no hayan pensado primero en solicitar permiso al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que reaccionó, aunque algo tardíamente, para ordenar que el artefacto fuera retirado por atentar contra la imagen urbana.

Mas el daño ya estaba hecho. Aunque solo fuera a durar una semana, como indicaba la invitación para que la gente se apresurara a subir, revela hasta qué punto el alcalde y sus adláteres manejan los asuntos de la ciudad como feudo particular, sin atender a las verdaderas necesidades de sus gobernados y mucho menos a los ordenamientos legales.

Cuando inició el primero de sus dos periodos de gobierno, Navarro hizo poco, pero con algo de acierto: acondicionó la fuente multicolor de la plaza de las ranas, con lo que dio una imagen digna a la entrada del centro histórico; instaló en temporada invernal una pista de hielo que, aunque también tuvo detractores, gustó de verdad, además de que su costo era simbólico (pagos en especie que se destinaron a integrar despensas para familias vulnerables) y, para afrontar la pandemia, permitió aplazar los pagos por el servicio del agua y repartió líquido desinfectante.

Sin embargo, casi enseguida esbozó sus siguientes proyectos, que causaron escalofrío: instalar parquímetros y trasladar las momias a un nuevo museo convertido en centro comercial. Afortunadamente, ninguna de tales ideas ha cuajado, por absurdas y por la fuerte oposición ciudadana, pero el cerebro mercantil de los gobernantes no descansa: ahora idearon obtener dinero con la renta de un espacio céntrico para la desafortunada rueda y con el apresurado plan para una planta de tratamiento de aguas residuales, al sur de la ciudad, que permita obtener un nuevo préstamo en sustitución del que está a punto de perderse por el cuasi fallido MuMo.

La inseguridad, la destrucción del patrimonio, los deficientes servicios públicos, el caos constructivo, la invasión de espacios urbanos, la falta de estacionamientos, la proliferación de antros no parece interesar a quien gobierna. Por eso estamos como estamos.

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