¿Olvido del erotismo? Diálogo entre Jean-Luc Marion y Martin Heidegger

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Cuando el silencio se hace presente el olvido acaece. En el texto El fenómeno erótico Jean-Luc Marion denuncia el silencio persistente en relación al amor y a su concepto. En palabras del filósofo francés, la filosofía contemporánea tampoco parece decir nada sobre el amor: el erotismo y el deseo han quedado en los márgenes de la filosofía. No obstante, la cuestión erótico-amorosa es una condición necesaria para la filosofía, ya que ésta se abstiene de comprender para preguntar. Marion comenta: “Por el contrario, sería posible que para alcanzar la verdad fuera preciso, en todos los casos, primero desearla, y luego amarla”. (Marion, 2005. Pág. 8)

Sin el amor, el erotismo y el deseo la filosofía podría ser acechada por un peligro: la amenaza de abandonar su determinación fundamental para transmutar en ciencia de lo ente: “A medida que la filosofía deja de comprenderse en primer lugar como un amor y como partiendo de él, a medida que reivindica inmediatamente un saber y lo atesora, no sólo contradice su determinación original, sino que huye de la verdad, que intercambia por la ciencia de los objetos (…)”(Marion, 2005. Pág. 8). El fundamento de la filosofía se asienta en el amor, el erotismo y el deseo: un deseo siempre consumidor, en falta, que moviliza a la pregunta.

Cuando se olvida la erótica que implica la filosofía, se olvida también al ser que pregunta en la tesitura erótico-amorosa: este es el gran peligro. No es casual que, en la mirada del filósofo francés, exista una causa del olvido fundamental por el ser: el olvido de la erótica: “Es posible pues que el olvido del ser esconda un olvido más radical del cual sería un resultado –el olvido de lo erótico de la sabiduría” (Marion, 2005. Pág. 9).

Olvido del ser y olvido de la erótica. Ambos olvidos encuentran su problematización en Descartes: por una parte, Jean-Luc Marion nota en su filosofía el olvido de lo erótico; por otra, Heidegger en su libro Ser y tiempo le reprocha el olvido del ser: se presenta un olvido en la analítica existenciaria en su cogito ergo sum al encerrarse en el cogitare del ego y, ¿en dónde queda el sum? Heidegger dice:

Aquel que se pregunta primariamente, al preguntar por el sentido del ser, es el ente del carácter del “ser ahí”. (…) Ateniéndose al punto de partida fijado en la investigación, hay que poner en libertad en el “ser ahí” una estructura fundamental: “el ser en el mundo”. (…) Y así vienen a ser objeto de análisis: el mundo en su “mundanidad”: el “ser en el mundo” como “ser con”. (Heidegger, 1927, p. 53)

Cabe agregar que el “ser ahí” en su mundanidad es un ser de erotismo al que se le manifiesta su “ahí”, justo ahí donde la caricia está. Y su ser no es certeza solipsista que se afirma a sí misma,  pues el ser nunca es solo, siempre es “ser con”, y la cuestión del ser no termina con la muerte como con el cogito ergo sum cartesiano sino que el ser clarea incluso en la muerte, pero, ¿de qué modo? La respuesta es a partir de la preminencia ontológica del “ser ahí” en el preguntar sobre su ser, y que de camino se encuentra con la posibilidad de su muerte con el erotismo.

Pero el “ser ahí” no busca una certeza como lo hizo Descartes, pues la certeza únicamente es adecuada para los objetos que a su ser le va en subsistir en la presencia efectiva, mas el hombre (con Heidegger: “ser ahí”) no es en medida de la efectividad sino de la posibilidad, su posibilidad erótica en este caso. Entonces la certeza que Descartes buscó y encontró en el cogito ergo sum, reduce al ser del “ahí” en un ser esencialmente cogintans que duda, afirma, niega, entiende e ignora, etc…, pero no goza, no se erotiza, agota al ser en el pensar.

El filósofo francés olvidó el goce del erotismo en donde la angustia se atraviesa porque “El erotismo es lo que en la conciencia del hombre pone en cuestión al ser.” (Bataille, 1957, p. 33) Entra en cuestión porque el “ser ahí” encara  su ser-para-la-muerte de algún modo en esa parte del erotismo que se conoce como la petite mort. De este modo la angustia es ante la apertura del “ser ahí” en sus posibilidades, y aún más ante la posibilidad de posibilidades, es decir, la muerte. En el fenómeno erótico hay un enfrentamiento con el ser más propio, entre gozo y angustia.

En resumidas cuentas el erotismo es donde la muerte se celebra como angustia y si el “ser ahí” es el ser que se pregunta sobre su ser y su autenticidad radica en la conciencia de su muerte y ésta se da a partir (aunque no únicamente) del erotismo, se puede concluir: “me erotizo, luego existo”.

Artículo en conjunto por Maria Argentina Sandoval del Catillo Velasco y Esteban Arellano García

ESTEBAN ARELLANO GARCIA
Director en conjunto de la revista de filosofía, psicoanálisis y cultura Intempestivas
Correo Electrónico: estif_calleros[a]hotmail.com
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