Me quebré, no aceptaba a mi hijo, no le veía nada bueno

La inclusión escolar para los niños autistas, una utopía

Irapuato, Guanajuato.- Luis Rodrigo Gurza España próximo a cumplir 10 años el mes entrante, nos cuenta su historia en la voz de su mamá Mónica España. Rodri como lo conocen cariñosamente en su familia, fue un niño deseado y esperado con gran ilusión, sin embargo, las dificultades para el pequeño se comenzaron a mostrar desde antes de su nacimiento, pues su mamá le diagnosticaron diabetes gestacional durante el embarazo, además de hipotiroidismo.

Sus primeros meses de vida transcurrieron de manera “normal” hasta que un día Mónica se percató de que Rodrigo presentaba algunas conductas “extrañas”; estando en su cuna golpeaba su cabecita contra la pared de manera repetitiva, no establecía contacto visual con su mamá cuando lo amamantaban, no respondía la risa social imitativa.

Al llegar Rodri al año tres meses de edad, no volteada cuando le llamaban por su nombre, no comunicaba sus necesidades como pedir agua, tener hambre, lo que le pareció curioso a su mamá. En su próxima visita con la pediatra mamá Mónica mencionó que el niño no articula ninguna palabra, lo que sorprendió a la doctora y expresó “a esa edad los infantes ya deben de tener desarrollada la capacidad de pronunciar palabras y de entender otras tantas”. Diagnóstico preliminar alguna patología del oído. Resultados su audición está bien.

Por coincidencias del destino la pediatra de cabecera de Rodri se ausentó de la ciudad y fue a visitar a otro médico que de inmediato observó en él un comportamiento diferente a la generalidad de los niños con su misma edad, pues en el consultorio había otros niños y Rodri se apartó de ellos para jugar en solitario sacando piedritas de una maceta. El médico le comentó a Mónica que Rodri presentaba un desarrollo diferente. ¡Autismo! expresó sorprendida, ¡no me diga!

Así Rodri fue canalizado a una neuropsicóloga que le realizó diferentes pruebas para descartar problemas neurológicos, resultado, confirmación de autismo.

En ese momento, expresó Mónica, que se enfrentó con el derrumbe de sus expectativas acerca de su hijo: “cuando tienes un hijo siempre estas idealizando que el niño va a ser, que se va a casar, que va a ser doctor” me quebré, no aceptaba a mi hijo, no le veía nada bueno, ¿cómo va a aprender? Si no juega como yo le digo, tiene un montón de comportamientos extraños. fue un duelo. De recordarlo me da la tristeza

Para poder sobreponerse de este duelo Mónica cambió su forma de visualizar a Rodri, y empezó a ver lo que sí hacía: “a mi hijo le gusta la música es muy juguetón, es alegre, todo el tiempo se está riendo, le gustan las caricaturas, dibuja, aprendió las letras por si mismo, le encanta pasear, gusta por descubrir el mundo, es un niño muy amoroso, en fin, es maravilloso”

Rodrigo se ha enfrentado a una serie de dificultades al enfrentarse a su entorno debido a su condición de percepción sensorial por ejemplo el calzar, en casa anda descalzo siempre, en la escuela también le dan permiso de quitar los zapatos, también hay que quitarle todas las etiquetas a la ropa porque a Rodri le pica, si le cae una gota de agua en la camisa se desnuda, “claro, ahora ya sabe dónde puede hacerlo y donde no” “puede estar vestido, empapado, y él feliz, pero con una gota se encuera”. Sonríe Mónica al contarlo.

Con respecto a los ruidos muy fuertes como la licuadora, el taladro, un camión, Rodri sabe que sus manos son de gran ayuda, solo las pone en sus oídos para aminorar el ruido, pero además cuenta con un cancelador de ruido que él utiliza cuando salimos a la ciudad y el ruido es excesivo.

Otra de las grandes dificultades y logros de Rodrigo es poder expresarse, la dificultad de los autistas no es saber las palabras, ellos pueden conocerlas, el problema principal es que sus ideas las expresen, sin embargo, yo debo de estar al pendiente, asevera Mónica.

La inclusión social sigue siendo una utopía, una aspiración, pues en la realidad esta no se da. En las escuelas, carecen de personal capacitado para atender a Rodrigo, para una maestra o maestro que atiende a treinta o más niños no tiene tiempo de prestarle la atención debida. En otras escuelas nos piden que lleve una maestra sombra que cobra por sus servicios alrededor de seis mil pesos mensuales o más, a eso hay que añadir el costo de la colegiatura, pues ya no hay dinero que alcance. Pero Rodrigo tiene derecho a la educación, a la inclusión. Exige Mónica.

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