GUANAJUATO, GTO.- La presentación del libro “San Fernando: última parada. Viaje al crimen autorizado en Tamaulipas”, el más reciente de la periodista Marcela Turati, se llevó a cabo entre voces que se quebraban, llanto contenido y coraje con indignación. El que en la historia huya guanajuatenses involucrados generó una rabia contenida en el auditorio.
El auditorio María Elena Morales del departamento de Lenguas de la Universidad de Guanajuato reunió a profesores, estudiantes y periodistas para conocer una obra de algo que ocurrió en abril de 2011 y que antecedió a lo que ahora se vive en el estado.
El 1 de abril de 2011, un grupo de buscadoras encontró restos de personas en una fosa clandestina en San Fernando, Tamaulipas. Con el paso de los días fueron localizados osamentas correspondientes a casi 200 personas. Se trataba de migrantes que se trasladaban a Estados Unidos y que fueron secuestrados por los Zetas. Fue el segundo hallazgo luego de que en agosto 2010 fueran hallados en el mismo municipio restos de 72 personas también ultimadas por los Zetas.
Marcela Turati, periodista especializada en temas de derechos humanos y una de las investigadoras más destacadas en torno a asesinatos cometidos por el crimen organizado y figura fundamental en apoyo a buscadoras de desaparecidos, regresó a Guanajuato, un estado donde entrevistó a familiares de víctimas de San Fernando.
Lo que pasó en Tamaulipas, dijo, se sigue repitiendo y Guanajuato es importante: las víctimas eran migrantes y las hubo de Salamanca, Celaya y San Luis de la Paz.
La reportera fue espiada con Pegasus y desde 2008 cubre el tema de desapariciones y las de San Fernando eran las primeras megafosas publicitadas, pues había habido otras en Taxco, Guerrero, que no tuvieron tanta difusión.
En San Fernando secuestraron y asesinaron a jornaleros migrantes que bajaban de autobuses y éstos llegaban solos a las centrales. Eso pasaba con el consentimiento de policías, agentes de migración y soldados. Por eso se trataba de un encubrimiento y por eso el libro tiene como subtítulo “crimen organizado”.
Marcela Turati afirmó que eran al menos 200 cadáveres, pero se calcula que eran entre 500 y 600 cuerpos.
A lo largo de la investigación se encontró con trabas y amenazas y supo que el gobierno de Estados Unidos tenía mucha información. Citó los casos guanajuatenses:
Un guanajuatense salmantino que tenía ciudadanía estadounidense fue uno de los primeros localizados, pidió al FBI que indagara por qué no llegó a su casa luego de que acudiera a casarse en Salamanca.
También encontró a una sobreviviente que traía un boleto de autobús de Celaya. Se trató de un celayense que fue secuestrado y luego asesinado por los Zetas.
Hubo testimonios adicionales, como don Filemón Ventura, que contó la historia de su hijo Leonardo, a quien en enero de 2011 lo secuestraron de paso por San Fernando junto con dos mujeres. Hasta 2015 les avisaron que hallaron al cuerpo.
Evelina Guzmán, buscadora de San Luis de la Paz, entró a la lucha por la localización de desaparecidos a raíz del secuestro de su hermano Samuel, junto con 23 migrantes guanajuatenses desaparecidos en 2011 junto con dos más de Hidalgo
A raíz de negativa de la fiscalía empezaron a trabajar y “cada sexenio es el mismo y los más afectados fueron los no relacionados con el crimen organizado”.
También refirió que localizaron a un chico de San Diego de la Unión en Monterrey.
Sandra Estrada Maldonado, investigadora feminista, dijo que lo sucedido en Tamaulipas se daría luego en Guanajuato y recordó las fosas de Salvatierra encontradas en 2020. Eso generó que en 2019 hubiera sólo dos colectivos y ahora hay más de 20. Guanajuato ha sido expulsor de población migrante y eso lo vinculó a la tragedia en Tamalipas.
Ana Lorena Delgadillo, abogada especialista en derechos humanos, explicó las vicisitudes de la investigación: amenazas y espionaje.
Todas las fiscalías están diseñadas para la corrupción y la impunidad y por eso el libro habla mucho del miedo, resaltó.
David Licea, estudiante de Filosofía, fue uno de los comentaristas del libro, al que definió como obra que “despalabra” y muestra “verdades que queman” y despierta “sentimientos como la impotencia, el miedo, el asco y el odio”.
Contribuye a que ocurra una transformación que parta de organismos de derechos humanos y de organizaciones de la sociedad civil, recalcó.
Las conclusiones:
Todo Guanajuato está salpicado de historias de desaparecidos. Existe una crisis forense en el país y las fiscalías quieren ocultar la violencia y los cuerpos y eso hace que las familias tengan más sufrimientos. Las fiscalías desaparecen a los desaparecidos: no los identifican y crean fosas clandestinas para ocultarlos
Se tiene que hacer un trabajo digno, hay familias que esperan a sus cuerpos, prevenir que esto no vuelva a pasar.
El presentado en la UG no es un libro de horror: es una obra que muestra claves para entender la violencia vivida en Guanajuato, Jalisco y otros lugares. Es clave que haya una voluntad para esto que pasa.
Exigir al gobierno que dé resultados “para que un día se acabe con esto”.
Ante la pregunta de cómo se soporta tanto dolor, Avelina respondió: “los buscamos porque los amamos y cuando los encontramos hallamos la paz porque sabemos dónde llorarles o llevarles una flor”.
Don Filemón aclaró por qué la mayoría de las personas buscadoras son mujeres: “porque el hombre no quiere mostrar debilidad, no quiere llorar, no quiere mostrar el dolor”.