SAGNITE: Por primera vez me encuentro bajo el cielo…

Por Salvador Martínez.

Por primera vez me encuentro bajo el cielo, justo bajo la luz de la luna, no hay un cristal o un espejo que se interponga, la miro tan cerca, es casi palpable, mis dedos ondulan su figura al acercarse y sin embargo, nunca llegan a tocarla la veo tan clara a cada segundo mi piel palidece asemejándose al astro que ilumina mi rostro.

Recuerdos vienen a mí, memorias de aquellos años donde la luna era de queso sin importar que los mayores dijeran lo contrario, no importaba ni una sola de sus opiniones, ni siquiera si quien las decía era el más viejo sabio de entre todos los hombres, éramos niños y eso bastaba para vivir de la ilusión.

Pero esta noche no puedo hacer otra cosa que anhelar esos tiempos tan cálidos en que la luna se mostraba radiante al anochecer solo para contemplar los sueños de los inocentes, mis manos no logran asirse de ella pero… Era mía.

Una sombra me la arrebató, quemó las yemas de cada uno de mis dedos con su fría oscuridad, ocultó al astro que rige el mar y azota la tierra, salió de la nada, fue una luz que al disiparse dejo sólo oscuridad, no veo nada, tal vez simplemente estoy cansado, tal vez sólo necesito descansar.

Pasaron minutos, horas, días posiblemente, me cuesta mantener una respiración profunda y constante. La luna continua alineada sobre mi rostro, borrosa, casi indistinguible pero es ella, mi hermoso astro. La sombra, la oscuridad se ha ido y con ello la alejo. Vuelvo a dormir.

“¿Dulce luna por qué te acercas? ¿Por qué te alejas? ¿Por qué imitas los latidos de mi corazón? Permite que te toque, permíteme ser el primero entre los últimos.”

¿Cuánto ha pasado? Hay algo, alguien sobre mi anhelo. Viste de blanco, un blanco reluciente e hipnótico, no lleva zapatillas ni medias en las piernas, su cabello se tambalea entre morado, azul y blanco, una diadema adorna su cabello despeinado.

¡Por qué ha pasado esto! No me lo explico, porque no te ondulas bajo sus sucias pisadas como haces con mis manos, porque te alejas avergonzada. Ahora eres solo un punto en el cielo, pero yo te distingo sin importar la distancia, tus detalles son inconfundibles para mí.

Pero ella es un parásito ¿qué hace, que te ha hecho? Ya no eres esférica, robó tu esencia o fue la oscuridad, no, es ella, esa intrusa lo hizo, intenta huir, quiere fugarse hacia las estrellas y mientras tanto tú… Te derrites, desapareces en el horizonte, ¡no te vayas, no la dejes, no lo permitas, por lo que más quieras no la dejes hacerlo! Mis ojos pesan de nuevo, el tiempo avanza muy despacio aquí, de pronto todo se mueve en cámara lenta.

Pestañeé un instante, una eternidad, la niña de los pies descalzos cayó y la luna. Pobre de mí querido astro celeste. Se hizo polvo, como si escuchara mis deseos. Ahora la niña, cae a mil metros por segundo.

Se desmorona al igual que la luna, se hace polvo, soy feliz pero sus cenizas están ultrajando los restos de mi anhelo como un cáncer que ahuyenta las estrellas, obligándolas a caer, caen, van a aplastarme. Por primera vez en mucho tiempo deseo dormir y no puedo, cierro mis ojos pero estos continúan captando todo lo que sucede frente a mí, moriré, caerán sobre el espacio que ocupa mi ser.

Intento gritar, llorar o reír tan solo, pero es imposible, ¿será un castigo de Dios? ¿Es la única explicación posible o la única que me permito creer? Después de haber visto una consciencia llena de odio, de deseo y lujuria. Sí fuera Dios, yo también me borraría de la faz del planeta.

Es curioso, estoy al borde de la muerte y el tiempo, la vida que viví, parece cada vez más lejana, casi como una película de antaño momentos antes de que la cinta cinematográfica sea consumida por la misma luz que le da vida.

Pero el tiempo no es así, no funciona de esa forma tan lineal, no soy un punto en el tiempo, tampoco soy relevante para que este continúe, porque en realidad no hay un flujo temporal, soy solo un fragmento amontonado en un espacio que se sobrescribe infinitamente. Sí, el tiempo se encima sobre mí, sobre todos pero nadie puede verlo. Quizá estoy delirando.

Mi vista comenzó a jugar con mi mente o ¿en verdad las estrellas comenzaron a apagarse? Un millar a la vez, desaparecen del plano celestial pero la luz no se extingue, sino que es remplazada, lentamente o al menos tan despacio como puedo percatarme, el cielo se tiñe de un color rojizo cada vez más fuerte, brilla, brilla hasta dejarme nuevamente en la oscuridad.

No veo nada, no siento los labios, estoy flotando solo en el vacío, se siente bien, pero los recuerdos me invaden, no están dispuestos a dejarme ir, me arrastran y ponen a los pies de un recuerdo donde me encuentro yo ocupando dos lugares del mismo espacio, somos dos de lo mismo.

No, somos similares pero esa misma similitud que nos une también nos separa, nos diferencia. Es el tiempo o soy yo mismo, no lo sé con certeza, sin embargo, esa tenue línea que nos divide colapsa en cuanto ambos miramos el cielo estrellado. Perdí la noción de lo real.

La cima del mundo, ahí me encontraba, sentado a las orillas de una terraza en un viejo edificio abandonado y el inconmensurable vacío sin luz, ni oscuridad o color alguno, era la nada, una nada que nadie puede explicar o imaginar, allí me encontraba, entre dos mundos, contemplando el fin de mi cordura acompañado de seis latas de cerveza y una botella de whisky barato mientras llenaba mis pulmones con el humo de la nicotina.

Y ahí, justo al lado mío estabas tú, me tomo varios minutos percatarme de tu presencia, eras sólo un recuerdo pero te mirabas tan sonriente y vivida con esa alegría en la que mecías mis penas, así te observaba hablar entre el humo de un triste cigarrillo que caía de mis labios para perderse en el frio de la nada.

No sé qué decías o cual era el tema del que hablabas con tanta elocuencia, era como si tus palabras no llegaran a mis oídos, sin embargo, nada apartaba a mis ojos de tu silueta, observé cada detalle mientras encendía otro cigarro como si eso pudiera a ayudarme a captar el sonido de tus labios, pero este se perdía con el viento.

El humo se acoplaba a tu silueta, la fragmentaba parte por parte, primero copio las curvas de tu cabello, la sombra bajos tus ojos, las arrugas en tu ropa y los hoyuelos en tus mejillas, quizá era tu aura llamándome desde el presente, pero tus ojos, aun siendo un recuerdo me mantenían atado a aquel lugar ficticio.

Que bella, que bella estabas, tan bella que intente tocarte, extendí mis manos y solo alcance el humo, no podía tocarte a pesar de que estabas a mi lado, mire el vacío una vez más, le entregue los recuerdos de ese momento previo, esperaba los hiciera suyos para la eternidad, nada paso y recordando tu lejanía ingerí un trago de la botella que momentos después arrebataste de mis manos, no entendía nada, lo deje pasar, tal vez sólo necesito que seas tú quien se acerque, sonreías y retomabas la conversación con esas palabras inteligibles que aun ahora estoy intentando comprender, poco segundos después tomabas un pequeño trago.

En ese momento mis labios se abrieron, pronunciaron todo aquello que siempre elegí callar, algo que me consternaba mucho, no quería hablar, pero lo hice porque eras tú, esa figura de paz y calma en la tempestad.

“¿Qué se siente estar en el vacío?, ¿qué se siente que el mundo siga su curso mientras te quedas varado en un punto del tiempo, sin opciones, sin elección, solo en la nada?” Sonreíste una vez más, sentí calidez.

Y tú, tú simplemente estirabas la mano, cuadro a cuadro pude apreciar como acariciabas mi mejilla. La pequeña y adorable sonrisa continuaba pegada a tus labios desvaneciéndose en un breve suspiro, desaparecías, mientras el eco de tus palabras se esparcía a mí alrededor, convirtiéndose en murmullos de llanto y sonrisas.

Mi pecho se congelaba. El pequeño mundo que me apartaba del vacío se desmoronaba a mis pies, no se convertía en polvo o escombros, era apartado de la existencia tan fácil como ser tragado por cientos de agujeros negros sincronizados a tu voz.

Si, el mundo se desmoronaba al son de tu voz y su eco resonaba en mí y al igual que la oscuridad, me consumía… La extraña negrura del olvido crece y borra la existencia pero atrás deja sólo tus risas, voz y llanto para que se conserven en la eternidad…

El mundo onírico se aparta de mí, la realidad me toma entre sus brazos nuevamente, no puedo pronunciar alegato u oposición alguna, ni siquiera consigo asirme de los sueños que me abandonan mientras mis ojos se abren.

La luna está de vuelta ante mí en medio del cielo vacío. Ahora, aún con la vista borrosa y cansada, no puedo equivocarme, es ella, ha vuelto a mí, los detalles que adornan su silueta poco a poco se esclarecen, quisiera poder alcanzarte pero mi consciencia está en un mundo más allá, un mundo que mi cuerpo no percibe, de alguna forma mis ojos son el puente ultimo entre mi presente y futuro.

Cada vez te veo con mayor claridad, desgastada, en ruinas. Te derrumbas y transformas en tu forma más bella. ¡No, simplemente debe ser otra ilusión, un truco de mi mente! Calma y miedo, ambos sentimientos se encuentran dentro de ese frio cascaron que fui una vez.

Una parte de mí ruega e implora entre lamentos mudos que se pierden en mi mente, ¡No te transformes, no cambies!, esa misma parte morirá a tu lado, pero mi consciencia trascenderá junto a ti, mientras te fragmentas, evolucionas y transformas en el adorno de los cielos… Una flor blanca.

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