Retos financieros y cambios en prioridades: la juventud frente a un panorama económico incierto

Factores económicos, culturales e ideológicos influyen en las decisiones financieras de los jóvenes

Guanajuato, Gto.- Una realidad latente es el complicado estado financiero que enfrenta la juventud, derivado de procesos histórico-económicos en las últimas décadas. Este panorama suele contrastarse con las oportunidades que tuvieron generaciones anteriores durante la misma etapa de desarrollo. Sin embargo, en opinión del Dr. Alejandro Mosiño Jasso, profesor adscrito al Departamento Economía y Finanzas de la Universidad de Guanajuato (UG), estos retos no se limitan a factores económicos, sino también a rasgos culturales e ideológicos que sería conveniente comenzar a analizar.

Con una formación en Ciencias Económicas en la UG, en la Université de Lausanne, en Suiza, y la Université de Grenoble, en Francia, además de su práctica docente, el Dr. Mosiño observa que, efectivamente, las condiciones económicas para las y los jóvenes son complicadas en la actualidad. Uno de los principales desafíos es encontrar un primer empleo con un sueldo suficiente para la subsistencia, aunque dicha problemática no es exclusiva de una generación.

Gastos relacionados con aspectos que, en otro momento, se consideraban necesidades básicas, ahora constituyen un lujo inaccesible para muchas personas, particularmente, la vivienda propia. “El fenómeno es multidimensional. Si hablamos de Guanajuato capital, creo que es bastante evidente que la escasez de vivienda la encarece. Construir es complicado por las características geográficas y los tipos de estructuras, además de la visita, a veces permanente, de turistas y personas extranjeras, quienes tienen más recursos y ofrecen más por la renta o compra; eso aumenta la competencia para la gente que viene a estudiar o trabajar”, indicó.

En cuanto al efecto inflacionario, señaló que este, junto con el nivel salarial, incrementa la dificultad para acceder a la vivienda independientemente de la edad, pues los recursos se destinan a satisfacer necesidades inmediatas, como la alimentación. Una vez cubierto este aspecto, resulta interesante observar que, hoy en día, se opta por priorizar actividades de esparcimiento, mientras que la inversión para la vivienda queda rezagada.

“Creo que la sociedad ha cambiado su forma de ver el mundo. Anteriormente, el desarrollo económico empezaba mucho más rápido; la prioridad era tener un patrimonio para heredar y salvaguardar a la familia, esposa, esposo, hijos; se compraba una casa, un terreno, algo que les diera un sustento en caso de faltar; se podía ahorrar pronto porque se tenía la aspiración de dejar algo listo a los 50 años. Los avances científicos y la evolución de la especie humana también han hecho que vivamos más tiempo, hasta los 70 u 80 años. Ahora, los jóvenes priorizan ‘vivir’, divertirse más que tener un patrimonio, quizás porque la concepción de la ‘juventud’ se ha extendido más allá de los 18 años, 20, 25, 30, y eso hace que la manera de ver la vida adulta sea distinta.

También ha cambiado la dinámica social. Si bien, se tiene conciencia de que tener una casa es importante, pero se prioriza el adquirir un carro, aunque es un patrimonio a medias”, observó.

A pesar de que el salario ha crecido notablemente en México, el profesor comentó que el efecto inflacionario no se ha visto de manera evidente, pues hay factores inciertos que dependen no solo de políticas públicas, sino del mercado libre global, como el precio de los combustibles o la fluctuación del dólar. “A veces se cierran los ojos ante la inflación, pero cuando hay más ingresos, hay más gastos y los precios también tienden a subir. Si se compara el precio del mandado tradicional con el de hace un año, seguramente es el doble. El transportar mercancías también tiene un efecto final en el consumidor y eso ocurre con cualquier producto o servicio donde haya uso de gasolina como producto intermedio”, explicó.

En ese contexto, destacó la incertidumbre en torno a los aranceles en el comercio con Estados Unidos y los posibles efectos negativos para México. Por ejemplo, un aumento del 5% en la inflación y repercusiones en la industria automotriz: “Somos un estado productor de automóviles; producir menos haría más cara la venta interna, incluso podría generar que empresas, como General Motors, considere salir del país ante los márgenes de ganancia y se pierdan empleos, desajustando los salarios y demás efectos económicos asociados. La pobreza tendría un incremento pese a las políticas gubernamentales en contra del desempleo. Si un alto número de personas pierde su trabajo y opta por el mercado informal, tal vez tengan que acceder a la ayuda social y eso afectaría a los demás, pues los impuestos de quienes continúan laborando se traducen en el recurso que va a la parte social; no estamos en contra de eso, pero la desigualdad podría crecer”, comentó.

Otro aspecto que se prioriza en la actualidad es la salud emocional y física, lo que implica destinar recursos a terapia, deporte y regímenes alimenticios, entre otros gastos enfocados a la apariencia. “Estar bien con uno mismo es importante, pero queda realmente poco dinero para otros efectos. Creo que es un círculo vicioso. La falta de estabilidad económica, en muchos casos, genera estados de depresión y esta tiene efectos múltiples, como disminuir la productividad, lo cual repercute en salario. Podría medirse el efecto en términos de un problema grave de salud pública que el gobierno tendría que estar atacando de manera directa, con más recursos para reforzar las políticas que ofrezcan estos servicios, además de atender la obesidad, la hipertensión, etcétera”

Ante ideas frecuentes entre la juventud del presente, como la imposibilidad de alcanzar metas financieras mediante el esfuerzo, en contraste con condiciones ‘más fáciles’ para generaciones anteriores, el profesor observa una ‘dejadez’ en gran parte de la población: “La condición laboral es diferente, la condición social en lo global, la mentalidad… Son muchos efectos que juegan en contra del joven. Creo que ahí hay un choque que nos está llevando a tomar decisiones financieras que no siempre son positivas. Quizá la presión para tomar resoluciones no sea tan clara, como hace 30 años. En general, hay una despreocupación mayor ante la vida y lo que puede venir después. Vivir el presente está bien, pero también hay que pensar en el mañana, porque se va a vivir sí o sí. Hay un reto aquí; va a tomar más tiempo para ver qué efectos trae, así como ajustar las mentalidades”, finalizó.

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