Muerto por “un pasón de cemento” (Cuento)

 

terremoto 1985

Colaboración: Eduardo Caballero
NostusNoticias

 

Cuando llegué a aquel departamento marcado con el número 8 de la calle Bruselas, estaba cansadísimo, acababa de terminar el toquín en el primer aniversario de aquel periódico. Cansado y sediento. Fui al refri y destapé una chela. Me senté en aquella salita café donde la tapicería ya pedía a gritos ser cambiada, y lo recalcaba el resorte que salía justo en medio. Tomé mi lira y me puse a acariciar las cuerdas, no sé por qué no me cansaba. Llevaba horas y horas pegado a la guitarra y aunque las manos estaban exhaustas mi mente siempre seguía trabajando, recordando, analizando.

De ratos me llegaba la nostalgia del puerto, allá en Tampico. Me preguntaba cómo estaría mi vieja, cómo estaría Amandita, seguramente ya grandecita, apenas tiene cinco años y seguramente va a ser toda una reina. Me llegó a la mente la última ocasión en que estuvimos juntos, salimos a pasear, le compré un vasito con fruta a mi niña, todavía no se comía ni un pedacito de mango cuando ya había tirado todo en la banqueta. –No te preocupes, -le dije, déjame te compro otro. Fuimos nuevamente al carrito de frutas y con una sonrisa de oreja a oreja me agradeció mi comprensión.

 

Me daban ganas de encender un churro, pero hoy es un día importante, parece que por fin voy a firmar con la disquera para grabar mi primer disco. ¡Ya era hora chingao!, mucho talonearle, la neta ya me lo merecía. Le di el último trago a aquella chela, repetí como cuando dicen que “se oye mal pero descansa el animal”… ¡¡Brooooooooacccc!! Solté una leve risa y me fui a la recámara. Aventé las botas por allá, me quité la playera y me dio hueva quitarme el pantalón. Cansado estaba, pero mis pensamientos no me dejaban pegar los ojos. Veía el techo, y las telarañas me avisaban que también de vez en cuando tenía que darle una limpiadita a mi “hogar”.

 

De pronto, todo comenzó a sacudirse, las paredes se hacían de un lado hacia otro, sin parar, y luego hacia arriba y hacia abajo. Escuché cuando mi guitarra retumbó al caer del sillón, ni el resorte que sobresalía entre los cojines la pudo detener. No tenía miedo, más bien estaba sorprendido. ¡Qué putas horas son!, miré el despertador y el reloj marcaba las siete con diecinueve minutos. De pronto el cielo negro se vino abajo. Todo era dolor y oscuridad, sentía cómo cientos de toneladas estaban sobre mi cuerpo, los fierros, los vidrios, las varillas, todo estaba sobre mi cuerpo. Pasaron unos segundos y el dolor desapareció. De hecho tal vez sólo fue medio segundo, pero pareciera que hubiera sido un año entero. Me quedé ahí tendido, en lo negro de esa mañana (madrugada para mí).

Me acordé de mis papás que querían que fuera un trovador o ya de jodido que tocará sones huastecos y no un rocanrolero como era mi pasión. Me acordé de los barcos del puerto y el sabor a sal. El olor a café hizo que me acordará del último trago de la chela que había probado minutos antes. Vino a mi mente Amandita… “Amandititita” como le dice mi vieja.

 

Seguramente cuando sea grande se va a creer la “muy-muy” porque seguramente usará minifalda. Me acordé de aquellas palabras del Alex Lora cuando me plagió mi rola, me dijo: “Para que te vayan conociendo mi cabroncito, para que te vayan conociendo”. Esa vez la neta sí me encabroné, el Alex era camarada pero se la jaló, le quitó al Metro Balderas la esencia de la cancioncita, hasta le metí lo poco que aprendí en la facultad de psicología con Freud, y este cabrón del Lora ni siquiera la entendió.

 

De pronto recordé que seguía ahí tendido, en esa macabra oscuridad. Se escuchaban las sirenas de las ambulancias y mucha gente llorando, qué putas madres estará pasando, no puedo concebir que esté aquí atrapado entre todo este cemento, entre todas estas varillas. Seguramente mis camaradas si me vieran dirían “Orales mi Rockdrigo, ora sí te diste un pasonzote de chemo… de cemento, siquiera le hubieras quitado los tabiques”. Me dio risa ante la ocurrencia. ¡¡Pinches mamadas!! Y yo sin poder mover ni siquiera un dedo. ‘Ora que salga de ésta me voy a dar un rol a los E.U. como cuando lo hacía de morrillo. Escuchar en las tocadas el verdadero rock. Aquí se andan cagando que el rock mexicano, pero son puras pinches copias o covers de lo que viene de los grandes y aquí le ponen en su madre.

 

¿Y si estuviera muerto? No mames… cómo iba a morir. No podía morir. Apenas tengo 35 años. Que estoy sobre todo este escombro es otro pedo, pero de ahí a morir… ¡¡¡Ni madres!! Además, si nací en plena navidad, por qué razón habría de morir un 19 de septiembre, no tiene lógica. Además no tengo tiempo para morir. De hecho por eso compuse aquella canción que dice:

 

“Cabalgo sobre sueños, innecesarios y rotos
prisionero iluso, de esta selva cotidiana.
Y como hoja seca, que vaga en el viento
vuelo imaginario, sobre historias de concreto…”.

 

Por algo me dicen “El poeta del nopal”, porque mis rolas están hechas en esta selva urbana, sobre esta rara vida de la gran ciudad. Por eso la pinche calaca me la pela, tan es así que le compuse esta rolita:

 

“Dicen que la muerte anda tras mis huesos,
si es así la espero pa´ darle sus besos,
y si no me alcanza la muy condenada
me paro un ratito pa´ verla enojada”.

 

Pensé en esperarla para darle sus besos, pero en ese momento sentí como se movían aquellos escombros. Poco a poco mi cuerpo fue aflojando, primero un pierna y luego la otra. Saqué los brazos y pude arrastrarme hacia un lugar un poco más despejado. Curiosamente no tenía ningún dolor y mi cuerpo estaba intacto.

El sol ya estaba por toda la ciudad. Aunque el edificio estaba totalmente destruido, podía observar todas las labores de rescate, había mucho dolor entre aquellas personas, unos corrían y otros lloraban. Muchos ayudaban. Fui hasta donde se suponía que debía estar la sala y ahí estaba mi compañera, ni en los peores momentos me dejaba. La tomé del suelo y le sacudí el polvo.

Mis dedos la acariciaron como todos los días. Una a una de las cuerdas fueron manifestándose… me salí a la calle junto a mi inseparable y nos dirigimos hacia la Estación del Metro Balderas, ahí fue donde yo perdí a mi amor, en la estación del metro Balderas, donde dejé embarrado mi corazón.

 

Deja un comentario con tu cuenta de Facebook

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button