Columnas

Maquiavelo, Peña y yo

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Por | Rey David Bárcenas

Uno de los más grandes políticos de la historia de la humanidad, Wiston Churchill, dijo una vez que La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces.

Bajo esta premisa se puede interpretar la acción de nuestro actual presidente Enrique Peña Nieto, que en su afán, creo yo, de mostrarse abierto al diálogo frente a los problemas sociales que aquejan a su administración, invitó al enemigo político número uno de los mexicanos, Donald Trump, y con ello murió, y murió políticamente hablando por que no supo aprovechar la oportunidad que tuvo y que se generó él mismo, para confrontar abiertamente a quién ha gestado una campaña política basado en el rechazo y odio hacia lo extranjero, lo malo, para nosotros como país es que quién ha hecho eso, es un posible presidente de EEUU.

Pero a su vez, también nos da la oportunidad de analizar una de las obras literarias más sobresalientes e importantes de la edad media, El Príncipe, de Maquiavelo, quien ha sido considerado el padre de la filosofía política moderna, al hablar en esta obra de un sistema político despiadado, amoral, sin escrúpulos y manipulador, al menos en voz del “maquiavelismo” actual, pero como bien dice Ramin Johanbegloo; Maquiavelo no era maquiavélico (el país, opinión, 31 dic, 2013).

La obra de El príncipe, fue escrita con el objetivo de que “los príncipes”, líderes o gobernantes supieran como conservar el poder, Maquiavelo no tuvo o tiempo o interés en detenerse en cuestiones morales, de una forma muy práctica, las desechaba, dotando de capacidad de acción al gobernante, pero sin tomar en cuenta el idealismo político:

Porque hay una gran diferencia entre la manera como se vive y como se debiera vivir, por lo que al dejar de hacer lo que se hace, a cambio de lo que se debe hacer, lo que se aprende es más bien la ruina de la preservación.

La política es un arte en donde la crueldad es aceptada si se cree necesaria según alcanzo a interpretar en Maquiavelo, pero no por ello nos está incitando a lugares negativos, desde un sentido profundo, y volviendo a retomar Johanbegloo, Maquiavelo nos está invitando a la acción, demostrando que la política no es para personas con baja inteligencia, si no para personas que estén dispuestas a actuar lejos de preceptos morales, religiosos o de otra índole.

El humanismo y la moralidad no forman parte del razonamiento político de Maquiavelo, para él la acción es lo que más importa, y por tanto es lo que debe regir la política sin importar las consecuencias, pero a su vez da políticas favorables para el presente, como nunca dejar la defensa de un pueblo en manos de mercenarios, ellos son desleales y aunque esta idea no dio muy buenos frutos en la conformación militar de Florencia, es la base de las milicias actuales.

Como historiografía El Príncipe, puede y debe entenderse como la ruptura de las formas políticas antiguas, basadas en la religión y con ella justificando cualquier acción por parte de los gobernantes, y la creación de los cimientos de una política más honesta, aunque con el paso del tiempo el maquiavelismo lo ha deformado en una política más cínica, producto de la ignorancia y mala interpretación de la base de el pensamiento de Maquiavelo, de ahí que su figura se vea deformada en un sentido dañino.

Por otro lado Lorenzo Meyer dice algo que me parece muy de Maquiavelo (no maquiavélico) En política a veces se pueden y deben tomar riesgos que implican exponer mucho pero que abren la posibilidad de ganar igual (Reforma, Agenda Ciudadana, septiembre 08, 2016) y creo que esta idea forma parte de la base de El Príncipe, arriesgar para ganar, pero el arriesgar conlleva una acción, una acción política que que te permita el ganar algún beneficio igualmente político, por ello es difícil entender lo planteado en el inicio del presente trabajo, ¿Qué pretendió el ejecutivo nacional actual con la invitación hecha a Trump? ¿Qué beneficio pretendió ganar? ¿Cómo pretendió ganarlo? ¿No calcularon el suicidio político que esto conllevaría en caso de salir mal? Estos cuestionamientos nos brincan a todos los que formamos parte de este país que como bien dice Silva-Herzog “se siente traicionado” (AM, Opinión, septiembre 05, 2016) y de ahí que esta polémica reunión se este escribiendo como un hecho digno de estudiar por los historiadores políticos, cuando se habla de estupidez, de horror, de error o de traición, la historia de México y del mundo da mucho para estudiar, pensar y reflexionar.

La historiografía política debe hacer su labor en este caso, escribir, interpretar, opinar y analizar desde las diferentes perspectivas del pasado el hecho político al que hoy nos enfrentamos como nación, para lo cuál El Príncipe, es una muy buena base para intentar llevar a acabo una vida política, si no más adecuada, al menos más pensada.

Ahora sé cuál debería ser el cuarto libro que lea el señor presidente, yo se lo regalo si gustan.

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