Los ancianos enriquecen la vida

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“Dialogar con un anciano es como
hacerlo con una biblioteca andante”.
Abel Pérez Rojas.

Opinión.- Los ancianos están cada vez más aislados y solos, con deseos de compartir lo que saben, pero sus interlocutores se han evadido de este mundo, nosotros, los otros, quienes nos hemos despersonalizado inmersos y absortos en los medios digitales.

El pasado domingo fue un día atípico porque conversé por separado y en lugares distintos con tres personas de más de 80 años de edad. Me platicaron de sus recuerdos, de sus preocupaciones, de cómo ven el mundo y de qué esperan de sus seres queridos.

A su manera cada quien está viviendo su vejez, su punto en común: gozan de una claridad de pensamiento envidiable. Saben que no les queda mucho tiempo de vida, pero dicen que no les preocupa en qué momento les habrá de sorprender la muerte, porque bien o mal ya vivieron, y eso nadie se los quita.

Les pregunto sobre diversos temas y no sólo me responden sino que abundan en sus ejemplos, se explayan en consejos y quieren seguir contando para enriquecer con sus vivencias la vida de los demás.

Mientras los observo, me parece que con cada pasaje que me narran se les remarcan más las arrugas como si cada una de ellas reafirmara lo que en palabras me transmiten.

Concluyo que quieren hablar, quieren compartir… son como caminantes que retornan de un largo viaje, y no quieren partir sin antes haber compartido esas experiencias: lo que son, lo que saben, lo que han aprendido; y creen fervientemente que eso les va a servir a los más jóvenes.

Mientras converso con ellos me congratulo que los tres son afortunados porque sus familias los han arropado y tienen sus necesidades básicas cubiertas.

A dos de ellos les pregunto por qué me cuentan tantas cosas en tan poco tiempo y vaya sorpresa con la que me topo. El primero, con nula formación académica, pero gran sentido común, me dice: “es para mantener activo el cerebro, eso lo vi alguna vez en la televisión”.  Otra de ellas me responde: “pues como no le voy a contar, entonces para qué me pregunta. ¿O no?”.

A veces olvidamos que los ancianos tienen una visión distinta de la vida, porque saben que ya les queda menos tiempo disponible y que aquello que hoy dejen de hacer, tal vez no haya mañana para alcanzarlo.

Olvidamos también que hemos aislado a los ancianos en un mundo que compartimos alguna vez con ellos, donde las personas se decían las cosas mirándose a los ojos y se escuchaba con atención.

A este mundo franqueado por muros de bytes y cada vez más sumido en índices incontrolables de violencia que nos marginan de muchas cosas, bien valdría la pena recordarle que hay muchos ancianos dispuestos a compartir lo que saben y de esta manera completar su calidad de vida y,  por qué no, preparar su camino para morir en paz. ¿Por qué no enriquecernos con sus historias y darles mucho con nuestra presencia?

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