
Huanímaro, Guanajuato.- En un pueblo donde la música de banda es parte de la identidad, los metales, las percusiones y las melodías han sido históricamente un territorio dominado por los hombres. Pero hace unos años, un grupo de quince mujeres rompió el molde y formó su propia agrupación: Las Sabrositas.
Entre ellas estaba María Luisa Zavala, quien recordó con orgullo y nostalgia aquella experiencia que, aunque duró apenas dos años y medio, marcó un precedente en la historia musical del pueblo de Joroches.
“Éramos quince mujeres y solo un hombre. Yo agarré la tuba porque no había quien la tocara, y me gustó. Le agarré el ritmo y empezamos”, contó María Luisa. Las jóvenes se formaron bajo la guía de músicos locales y llegaron a presentarse en distintos escenarios, demostrando que las mujeres también podían ocupar los espacios reservados para los varones.
El peso de los estereotipos
Sin embargo, la aventura terminó pronto. No fue la falta de talento, ni la ausencia de oportunidades, sino las presiones sociales y familiares lo que apagó el sonido de Las Sabrositas.
“Varias se casaron y los maridos ya no las dejaban salir. Que porque era mucho andar fuera, que se enojaban… y así se fue deshaciendo la banda”, relató la tubista Zavala.
Las mujeres no pudieron ni siquiera hacerse de instrumentos propios, pues dependían de que los músicos varones les prestaran tubas, tarolas y otros equipos. “Si hubiéramos seguido, a lo mejor sí los comprábamos, pero era un riesgo invertir sin saber si íbamos a continuar”, explicó la artista.
Un presente con las mismas barreras
Más de una década después, el panorama no ha cambiado mucho. Zavala observa que hay niñas interesadas en aprender música y unirse a las bandas locales, pero las puertas siguen cerradas. “Hay varias niñas que se querían integrar, pero el maestro no quiere. Dice que él quiere puros niños”, lamentó María Luisa.
El testimonio refleja una realidad que, aunque disfrazada de tradición, muestra el peso del machismo en las expresiones culturales de comunidades como Joroches. El talento femenino se encuentra, pero las oportunidades son negadas.
Un llamado a no apagar la música
María Luisa no duda: si hubiera un maestro dispuesto a trabajar con niñas, ellas responderían con entusiasmo. “Claro que hay interés, solo falta alguien que se anime a enseñarles”, aseguró.
La historia de Las Sabrositas quedó como un recuerdo breve pero poderoso: un grupo de mujeres que se atrevió a tocar donde se decía que no podían. Hoy, su experiencia sigue siendo un recordatorio de lo que el machismo ha callado, y de la música que aún espera resonar con fuerza en manos femeninas, en el pueblo de Joroches.