Irapuato, Guanajuato.- Edgar Ulises Licón Vargas se identificó así mismo como una persona “Cisgénero” es decir, un hombre homosexual que se asumen dentro de la gama social de un varón. El irapuatense mencionó que desde pequeño se vio a si mismo como una persona diferente a los demás niños, “sentía una afinidad para estar con las niñas”.
Mencionó “el hombre” que la sociedad impone que la norma de los niños sea que los niños deben jugar con niños y las niñas con las niñas y un niño que se junte con las niñas pues es mal visto y aquel que rompe la norma es señalado y ostigado por los demás niños.
Desde el punto de vista de Edgar señaló que el sistema patriarcal de la sociedad determina que los niños se juntan con sus similares para reafirmar la supremacía del hombre, y las niñas se juntan entre ellas para aprender su rol social de inferioridad ante el varón, así que “imagina a un hombre que se junte con las mujeres, cuando ser mujer esta mal”.
A pesar de que le atraía estar con las niñas, los juegos que socialmente son femenino no le atraían, y él jugaba a los carritos y con muñecos de varones como el Max Steel. Sus padres menciono Edgar quien supuso que sus padres ya veían en él algunas cosas que no concordaban con la “normalidad” le obsequiaban monos referentes de la varonilidad.
Mencionó que sus padres sentían una aversión por la homosexualidad, “era la educación hegemónica” recordó que cuando era adolescente su madre lanzo el siguiente comentario “si yo llego a saber que alguno de ustedes es homosexual, ¡lo corro!” a lo cual su hermana salió a su defensa encarando a la mamá comentándole “y si yo fuera ¿qué?”.
Edgar explicó que sus padres tuvieron que vivir un proceso de duelo, pues sus padres tenían una gran variedad de expectativas sobre él, y que estas no se iban a cumplir. Cuando entro a estudiar la licenciatura en educación especial, entendió este proceso que vivieron sus padres, pues los papas, de una persona con discapacidad igualmente debe vivir este proceso de duelo y dejar ir al hijo que se desea y aceptar al hijo que se tiene.
Así mismo el irapuatense relató como su etapa universitaria le abrieron lo caminos para poder entender diferentes etapas de su vida en donde era agredido, “me gritaban marica, niña, mira como camina” y esta licenciatura le ayudó a sanar esos acontecimientos.
Sin embargo, su propio camino de aceptarse a si mismo como una persona homosexual no fue sencillo, pues en primer lugar no comprendía porque cuando estaba en la primaria era merecedor de diferentes actos de violencia por parte de sus compañeros de clase. Recordó un acontecimiento en donde uno de los compañeros lo empujó, golpeándose en el filo de una ventana y quedando un tiempo inconsciente.
No tenía amigos, se juntaba con puras niñas, era el último en ser escogido para los juegos, al salir de la escuela se iba por caminos escondidos para no ser golpeado por el niño agresor quien ya lo esperaba. Edgar trato de parar esa violencia buscando ser como esos niños que lo agredían y comportándose como ellos. “Años horribles los de la primaria”.
Al entrar a la secundaria el mecanismo de defensa que uso Edgar fue crearse un mundo fantasioso donde se creo una vida alterna diciendo a sus compañeros que su familia ostentaba una posición económica de opulencia además de ser un adolescente muy grosero, “yo humillaba y agredía a los compañeros, mi arma fueron las palabras hirientes”, esto le valió a Edgar para ser respetado por lo compañeros de la secundaria.
Pero no fue hasta la preparatoria cuando en verdad comenzó el proceso de aceptar su persona, encontró un ambiente en donde la diversidad de pensamientos era evidente, acompañado de la libertad que brinda ser alumno de la preparatoria oficial “allí no había problema ser quien uno es”.
En ese momento en la sociedad ocurría un fenómeno muy peculiar, relató Edgar Ulises las personas empezaron a “salir de closet”, sobre todo artistas; se convertían ese hecho en una plática, pero, así mismo, compañeros de la prepa comenzaron a expresar sus preferencias mostrándose tal cual eran; “tantos años de renegar de tu propia identidad, que tu no elegiste, y enfrentarte con personas que no tienen miedo de vivirlo libremente, es un hecho muy fuerte”.
Al mismo tiempo entró Ulises a los Scouts de México, al grupo cinco que se reúne en San Juan Bosco, gracias a que tenía un desenvolvimiento social se integró de manera rápida a varias actividades dentro del grupo. Y una persona de la congragación de los salesianos se acercó a él para invitarlo a participar en actividades más encaminadas al ámbito religioso.
Su reacción fue el no aceptar “tu iglesia me odia, me detesta, tu dios tampoco me quiere y ni siquiera se quien es, ni lo conozco ni tengo idea”. Era el tiempo del pontificado de Benedicto diez y seis, el cual se caracterizó por su inflexibilidad hacia temas polémicos que envolvían a la iglesia.
Edgar Ulises dijo que en ese tiempo ya tenia relaciones afectivas con otros valores y que en su interior se odiaba por tener esas relaciones, “odiaba esa parte de mi”, sin embargo, la plática que había tenido con el salesiano le daba vueltas en la cabeza y le propinaba hacerse preguntas sobre la existencia de Dios.
Total que en una ocasión se decidió a ir al templo, y escuchar lo que ahí se decía, contó Ulises que las palabras que decía el sacerdote y que al salir del templo se sentía pleno, confortado, aceptado y amado por ese dios y decidió tener un año de voluntariado dentro de la comunidad salesiana.
En un principio él se iba a ir a una comunidad, sin embargo, los salesianos dispusieron que se quedara a terminar la preparatoria y en la tarde se integrara a las actividades del centro religioso, “fue un año muy difícil” y regresó la violencia por parte de otro compañero salesiano dijo Edgar.
La convivencia dentro de la casa salesiana la vivió muy mal, sin embargo, las actividades que Ulises desarrollaba en el centro juvenil le agradaban y le hacían sentir bien, “eran maravillosas”, pero la convivencia en la casa se tornó cada día más insoportable, así que al cumplir 18 años Ulises se salió de la casa salesiana y regresó a casa de sus padres.
Algo que rescata Ulises de esa experiencia fue que en realidad tuvo un crecimiento espiritual, que le ayudó a su proceso de autoaceptación, rompió relaciones con la comunidad salesiana, sin embargo, su guía espiritual mantenía contacto con él y lo invitó a entrar a un proceso denominado “Ejercicios ignacianos”; al salir de estos ejercicios Edgar se sintió con una certeza abrumadora, “yo quiero ser tu amado y tu el mío para toda la vida”, refiriéndose a cristo.
Tiempo después entró Edgar a la Universidad en donde el proceso de autoaceptación continuaba, “ok soy joto, yo no elegí ser quien soy, ya me dijo dios que me aceptaba como era, que me debía al amor con él y con otra persona” de manera que lo que pensaran otras personas de él ya no le importaba, hasta que un día estaba con su familia viendo el “super boll” y a su hermana pequeña se le ocurre gritar delante de sus papás “Edgar es gay”.
Ulises se sintió conmocionado, pues, aunque de alguna manera ya era más abierto en su homosexualidad, ante sus padres no lo había asumido, y subió a su cuarto a llorar por lo acontecido.
Su padre subió al cuarto y tuvo una charla con él en donde le dijo cosas como “¿qué no estas orgulloso de lo que eres?, sin embargo le llego a su padre la negación y culmino diciendo “pero tu no eres así, tu error es ver a las mujeres de manera equivocada, las ves solo como amigas”, y fue el momento en el que dijo Edgar “ya basta”, ya lo saben así que el lunes llegue a la universidad feliz de que su hermana lo había sacado del closet.