La calle era un río y crucé colgándome de una reata

En algunos locales de abarrotes había rapiña; la comida sólo alcanzó para los más chicos, mis padres y yo no comimos y así nos llegó la noche

Por: Juan José López Luna Fotos: ADP.

Irapuato, Guanajuato.- Jaime Cárdenas Vázquez con nostalgia recuerda aquella fecha del 18 de Agosto 1973: “Pues tenía yo entonces 23 años y estaba en la ciudad de México estudiando la carrera de Administración, venía por lo regular cada semana o 15 días a la casa de mis padres en la calle Lerdo de Tejada, ahí vivían ellos; Candelario Cárdenas y Juana Vázquez con mis 9 hermanos solteros, pues otros ya se habían casado, en total éramos 14, la casa era antigua de adobe y tejas, pero con un cuartito al fondo de tabique y loza…

Recuerdo que salí el viernes 17 de Agosto en la tarde de México y llegué a Irapuato en la noche, para entonces mis hermanos me comentaron que ya tenía más de 2 semanas lloviendo mucho y estaban preocupados, luego apenas amaneciendo el sábado mi papá me dijo que en el radio estaban alertando porque en la madrugada se había reventado una o más presas y que se iba a inundar Irapuato, por lo que me dijo que fuera a la vía de la coca cola a ver si era cierto, así que agarré una bicicleta y me fui a checar, cuando llegué al lugar, había mucha gente, todos viendo hacía el camino a Arandas, había mucho nerviosismo y al poco tiempo apareció una camión de la coca con altavoces, que la empresa utilizaba en los ranchos para promocionar los refrescos, y venía diciendo que ya llegaba el agua y que tomaran precauciones y se pusieran a salvo, mientras el agua lentamente avanzaba a donde estábamos, pasaron los minutos y el nivel del agua iba aumentando, pero casi todos nos quedamos para ver si llegaba a brincar los rieles de la vía, y cuando eso sucedió, salimos unos corriendo por todo Guerrero y otros en bicicletas, había poca gente en las calles a pesar que varios de los jóvenes gritaban chacoteando; “YA VIENE EL AGUA, YA VIENE EL AGUA”, yo me apresuré a cruzarla plazuela Hidalgo y llegar a mi casa, donde les dije a mis padres y hermanos que el agua ya venía por Guerrero y no tardaba en llegar al centro, así que mi padre cerró la peluquería y ordenó que todos se fueran subiendo al cuartito del fondo, mi madre con los niños subió algo de comida y algunas cosas…

El agua comenzó a llenar las calles; 20 de Noviembre, Leandro Valle, Carmen Cerdán, Santos Degollado, Manuel Doblado y Lerdo de Tejada, y me llegaba arriba de las rodillas, cuando me fui a asomar a Manuel Doblado y la plazuela, me regresé por Leandro valle y dí vuelta por 20 de Noviembre, pero en menos que canta un gallo, el nivel subió a más de un metro y la corriente era fuerte, en la esquina con Lerdo de Tejada hasta como que bufaba, la gente amarró unas reatas para poder cruzar y evitar ser arrastrados, me dio miedo y como pude me colgué de la reata para cruzar y así llegar a mi casa de nuevo…

Ya por la tarde estábamos todos en el cuartito y la comida sólo alcanzó para los más chicos, mis padres y yo no comimos y así nos llegó la noche, la cual era muy oscura porque desde horas antes se fue la luz y el radió también se apagó. Me acuerdo que en las 2 camas pusieron a los niños y mi madre con las mujeres, los más grandecitos y mi papá nos quedamos en el suelo, durante la noche y madrugada nos estuvimos levantando para ver lo que pasaba, con una lámpara alumbraba el patio y vi los sillones, sillas y otros muebles que andaban flotando entre el agua, luego las paredes de la casa como eran de adobe se resintieron y afuera escuchaba cómo se caían algunas casas y los chasquidos del agua. Tiempo después supimos que la autopista estuvo reteniendo el agua y se hizo como una presa, por eso en el centro y otras partes el nivel del agua subió mucho, hasta que tronaron el puente de las Carmelitas para que saliera y se desfogó.

Ya el domingo muy temprano bajamos mi padre y yo y vimos que el nivel del agua bajó y salí para ver si era en todos lados, llegué hasta la plazuela Hidalgo y la Parroquia, en el camino vi carros, muebles y cosas entre el agua, la gente rescataba lo que podía o sacaba escombros de sus casas, en algunos locales de abarrotes había rapiña. Como mi cuñado Juan Rodríguez era agente de tránsito, llegó con 2 despensas, pues su mujer y su hija se quedaron con nosotros porque su casa era de una planta, así que por comida gracias a Dios nosotros no sufrimos mucho, aunque fueran puros atunes, sardinas, galletas y pan Bimbo, como otras gentes que lo perdieron todo…

Por cierto, que nadie de nuestros familiares tuvo mayor tragedia que perder cosas materiales pues sus casas eran de tabique y cemento, entre Lerdo de Tejada y el final de la calle Matamoros se forma un callejón al que le llaman La Colonia, ahí viven casi todos Arteaga, Cárdenas, etc. Mi tío abuelo era zapatero…

Aquí estuve hasta el martes y antes de irme a México recorrí algunas calles, todo era un desastre, aquello parecía una destrucción de la guerra, muy triste quedó el pueblo. Luego cuando abordé el Flecha Amarilla y salió por la calzada y el antiguó camino a Salamanca, fui viendo otros puntos y en todos era lo mismo, gente sacando lodo y escombros de sus casas, otros tratando de rescatar lo que pudiera servir, pero todos muy afligidos y tal vez sin entender lo que había pasado. Allá en la capital los noticieros pasaban en la tele escenas de la tragedia en Irapuato. Como a los 15 días regresé a mi pueblo y ya estaba más limpio, pero muy destrozado…

Algunas veces les he platicado a mis hijos aquella tragedia y hoy a 50 años lo sigo recordando con nostalgia. Ojalá que Dios no permita en el futuro una situación parecida o peor para mi tierra Irapuato”.

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