Irapuato parecía hundirse en la pobreza: inundación 18 agosto de 1973

¡Pero la ciudad de los “Diamante Rojos” se levantó para brillar como un municipio moderno y próspero!

Por Chavalón

Irapuato, Guanajuato.- ¡Los irapuatenses no olvidan ese sábado 18 de agosto de 1973, al registrarse la peor inundación de su historia, todavía sufrieron la de 1976, hecho de menor impacto. Desde temprana hora se rumoraba  que se había desbordado “La Presa del Conejo”, lo cual provocó diversos comentarios entre la ciudadanía, unos no creían, otros dudaban porque no veían el agua, era solo  el “chisme” del momento. La realidad la vivieron cuando la ciudad quedó entre el agua.

Claro  hay muchas versiones sobre este hecho que marcó a Irapuato, pero su servidor siendo un adolescente vivió ese sábado negro en la historia de esta ciudad. Trabajando para una empresa de la localidad, siendo las tres de la tarde y al dirigirme a laborar observe que la gente caminaba aprisa, otros corrían y otras personas más alarmadas y alarmistas gritaban ¡Hay viene el agua, se reventó “La Presa del Conejo”!.

Primero salí de la calle conocida como La Fragua donde se encontraba mi casa, para llegar a Revolución y al estar a la altura de las oficinas de Correos, el agua ya cubría la banqueta, mi curiosidad fue mayor y seguí caminando hasta llegar a Guerrero y el agua hacía olas aumentando el nivel.

Llegué a la esquina de Allende y Guerrero y un policía me pregunta: ¿Niño a dónde va?, le contestó “voy a trabajar”, y dice ¡váyase a su casa, qué no ve la fuerza del agua!, al voltear a ver el lugar donde estaba el edificio donde trabajaba, observe asombrado y asustado cómo llegaba el agua.

“Quise correr, pero ya no pude y el miedo, los nervios, pero el deseo de salir de ahí, además de ver a la gente desesperada en esa tan transitada vialidad, que buscaba regresar a sus casas, los automóviles se quedaban varados, los conductores salían desesperados. En el trayecto encuentro a unos amigos del barrio más grandes de edad y estatura, quienes me habían ido a buscar y me ayudaron”.

“Llegue a la arteria por donde se encontraba mi casa pero ya no pude llegar a la vivienda, el agua había tomado una altura aproximada al metro y medio. Mi mamá y mis hermanos con varias familias ya se había concentrado en una casa en el segundo piso, desde ese momento la gente estaba más unida que nunca”.

La gente asustada decía: “Irapuato está entre el agua, eran las ocho de la noche y una señora de nombre Carmela que tenía una fonda por Lerdo de Tejada, dijo: “Dejé  la comida hecha, se va a echar a perder”, pero un grupo de personas mayores y otros jóvenes se unieron y exponiendo la vida, fueron y se trajeron como pudieron las ollas y cazuelas con la comida, ese día  hubo para cenar porque ya era de noche”.

“Las oraciones no se hicieron esperar, nadie podía ni quería dormir, el agua parecía ser un “un moustruo molesto que rugía”, mayormente que era una esquina donde hacía remolino el agua y en horas de la madrugada se empezaron a escuchar ruidos, eran algunas viviendas de adobe que se habían caído y pese a mi adolescencia  sentía en el ambiente una gran tristeza y temor entre las personas concetradas en el lugar”.

“Amaneció y se empezó a ver numerosas personas en las azoteas de las casas, mientras el agua arrastraba animales vivos y otros muertos, muebles y otros objetos. Eran varios los vehículos que se quedaron incluso a mitad de las calles”.

“Al tercer día cuando ya el agua había bajado un poco, un grupo de amigos salimos y caminamos entre el agua hasta llegar a lo que era la calle W. Jones, hoy  Torres Landa, la cual  estaba de bajada y al llegar a la esquina con Guerrero y Vallarta frente a las oficinas de la C.F.E., estaba un camión de redilas muy altas que tenía huellas de haber si casi cubierto, en ese momento el agua tenía poco más de un metro, pero ya la gente estaba sacando cosas de las  tiendas que había por ahí, sobre todo alimentos, fue algo impactante para mi edad”.

“En la calle Granaditas y Terán, había un tanque gigante para almacenar gasolina y se decía que el agua lo fue arrastrando por todo Guerrero hasta terminar en ese sitio. Varias personas empezaron a comentar lo que cada quien vivió en esos días. Había quien decía que observaron que varias personas habían fallecido, las que fueron sorprendidas por las fuertes avenidas de agua”.

Cada quien tiene una historia, gente que hoy es mayor tiene viva en su recuerdo así como algunos niños o adolescentes como yo. Todo era tristeza y desolación en las calles, casas caídas, negocios con pérdidas económicas grandes. Digno de mencionarse, los irapuatenses se unieron y el gobierno municipal, estatal y federal respondieron para la transformación de Irapuato, quedó todo en  el recuerdo,  hoy la ciudad muestra su nuevo rostro después de 47 años”.

Lo sucedido ese sábado 18 de agosto de 1973 fue noticia principal a nivel nacional e internacional. Claro que hubo ayudas de muchos lados para las familias. Las oraciones fueron escuchadas y la hermandad fresera quedó de manifiesto.

Lo del coronavirus me hizo recordar la forma de pensar de la gente, la que no creía que llegaba el agua, otros que nunca se imaginaron, bueno hubo quien dijo: “El agua que llegue me la tomo”, no es mentira lo escuche. Ahora con el COVID-19 pasa algo similar, muchas personas siguen diciendo que no existe, mientras lamentablemente son miles de familias las que han llorado a sus muertos y otras que desafortunadamente siguen padeciendo los efectos del virus, así como otros por temor piden se sume la gente en oración para que vuelva la normalidad”.

Ese año del 73, se habían retrasado un poco las lluvias pero cuando llegaron fueron torrenciales y durante quince días consecutivos previo a la inundación se mantuvieron lo cual provocó que se llenaran bordos, ríos, pequeñas represas y finalmente la “Presa del Conejo” el líquido rebasó el vaso de captación desbordándose. Todavía hay personas que opinan que por fortuna fue en el día cuando llegó el agua y no fue en horas de la noche, cuando la gente dormía.

Después de 47 años se dicen y pueden decirse muchas cosas, pero ya se han escrito páginas y páginas en los diarios y se ha comentado mucho en radio y televisión. Esta es la historia de quien trazo estas líneas, como ya se mencionó cada quien tiene una de aquellos irapuatenses que vivieron la catástrofe que provocó la inundación del 18 de agosto de 1973.

Después hubo otra inundación en 1976, pero de menor magnitud que la mencionada, pero la gente con la experiencia vivida, se apanicó. Hubo pérdidas económicas pero ya mucho menos graves que las del 73, pero el hecho quedó grabado en el libro de la historia de Irapuato.

Mucho se habló y todavía se cuenta la leyenda que en el estacionamiento subterráneo de la entonces importante tienda departamental “Blanco” que se ubicaba por Guerrero, el agua sorprendió a varias personas que fueron por sus autos y que fallecieron, hasta la fecha todo quedó en díceres, nada confirmado, pero no dudamos que haya una persona que lo haya vivido o ¿Usted qué opina?.

Si mal no recuerdo el Alcalde al que le tocó la inundación fue Max Kirbacha Fajardo. No se puede juzgar que hizo o dejó de hacer como medida preventiva, porque la fuerza de la naturaleza es impredecible y nadie se hubiera imaginado que llovería tanto como para ocasionar el desborde de “La Presa del Conejo”, que provocó que varias personas se quedaran sin vivienda, perdieran sus muebles, lo poco o mucho que tenían, al igual que los comerciantes, por eso comenté al inicio Irapuato parecía hundirse en la pobreza, pero la unión de habitantes y gobierno hizo posible que se levantara como el Ave Fénix, para alzar el vuelo y ser actualmente un municipio moderno en constante desarrollo. Claro amigo lector de NOTUS, usted tendrá otra historia.

“No hay mal que por bien no venga”, un dicho muy mencionado por nuestros respetados mayores y eso sucedió en esta tierra fresera, la inundación que parecía el terrible mal, motivó la unidad de los ciudadanos y gobierno para que llegará el bien, convertirse en una de las ciudades más importantes del Estado de Guanajuato.

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