Villagrán y Juventino Rosas, recorrido no recomendado a turistas

Viaje de Celaya a Salamanca por locaciones cercanas al Guanajuato violento

Santa Rosa de Lima en constante vigilancia de fuerzas estatales y municipales.

Villagrán-Juventino Rosas, Guanajuato.– No don, si no conoce a nadie, mejor no vaya ahí. Ni se le ocurra decir que es periodista. Ante tan sabia advertencia, lo prudente fue acabarse los tacos y seguir el camino hacia Juventino Rosas. Es la ruta que no se recomienda a ningún turista: de Celaya a Salamanca por Juventino Rosas y, mucho menos, por Santa Rosa de Lima.

Vestigios

En Juventino Rosas no hay policía municipal: de la seguridad se encargan las FSPE.

La autopista Irapuato-Querétaro está más que vigilada. Al pasar la caseta y pagar 96 pesos (hace años el pago fue de 43 y luego subió a 65) ya no hay simples patrullas: las de la Guardia Nacional tienen a un artillero con ametralladora pesada y los de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado portan chalecos antibalas y fusiles de asalta. Todos traen cámara en el casco.

Quien no conoce la zona no lo relaciona con un detalle: son los dominios del Cártel Santa Rosa de Lima. Aunque el viaje es de placer, no se deja de ser reportero y observar que cerca de los caminos que confluyen con la autopista los alambres de púas están rotos y la parte vulnerada es cubierto por ramas que simulan huizaches. Dos líneas paralelas de tierra salen de la cinta asfáltica y terminan en la zona camuflada. Se deduce que alguien puede entrar o salir de la autopista sin pasar por las casetas de cobro.

La carretera Celaya-juventino Rosas ha sido escenario de múltiples hechos sangrientos.

Año nuevo, curiosidad nueva

Inició 2024 y era menester regresar de San Juan de la Vega a Guanajuato. En dirección a Celaya surgió la pregunta ¿Y si me voy por la Sierra y paso a comer a Juventino Rosas?

En la glorieta se tomó a la derecha. La otrora escuela normal rural, semillero de comunistas, es ahora un modernizado instituto tecnológico. Roque, primer paso, quedó atrás.

En Yustis estaba una unidad de la Guardia Nacional. Los automovilistas pasaron como si no los miraran. Se nota que son parte del paisaje.

Durante unos minutos la unidad de la Guardia Nacional siguió adelante, pero bajó la velocidad y se le dejó atrás antes de llegar a Maravillas y Manantiales. Adelante estaba un puesto de tacos y una señora que tostaba cacahuates. El recalentado había cumplido su labor alimentadora y había que llenar de nuevo el tanque estomacal. Era el momento de orillarse.

La comunidad de Cerro Gordo ofrece atractivos a paseantes; la inseguridad impide su disfrute.

–¿Cómo se llama aquí?

–Franco.

El nombre completo es Franco Tavera y se encuentra junto al rancho Los Ángeles. Es una zona agroindustrial que cultiva brócoli, apio y berro, según contaron los comensales, a quienes se les platicó que estaban ante un reportero que fue a pasar fin de año a esa zona y que iba de regreso a Guanajuato.

–¿Ese camino para dónde va? –se preguntó a uno de ellos.

–Por ahí se llega a San Antonio (San Antonio de Morales) –respondió uno.

–Y si te sigues derecho, pasas por abajo a la autopista y llegas a Santa Rosa (de Lima).

Fue entonces que otra persona advirtió:

–No, Don, ni se le ocurra ir para allá y menos si es periodista. Si no conoce a nadie, mejor no vaya.

–No es mi plan –se le aclaró-: voy para Guanajuato.

La recomendación fe mejor llegar a Juventino Rosas y tomar hacia Villagrán para ahí irse por la autopista o por la carretera libre.

–Por donde quiera irse, nomás que no se le haga de noche –recomendó otro dialogante.

Felicitaciones y parabienes de año nuevo y un “Dios lo bendiga” fueron la despedida de esa gente que hizo agradable la comida de tacos.

Estaba nublado y se pensó en el riesgo de una ponchadura y hubo cambio de plan: irse directo a Salamanca, pero pasando por Santa Cruz de Juventino Rosas.

El ir ahora atrás de una unidad de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado refrendó los temores del comensal. Vamos, pues, a Juventino.

El tránsito por la tierra del autor de “Sobre las olas” fue lento. Gente por doquier y, de paso, la oficina de lo que queda en Guanajuato del Partido de la Revolución Democrática. Con Serafín Prieto como tlatoani es lo único que queda del que fuera el principal partido de izquierda en el país y en Guanajuato.

Ahí no hay policía municipal: desde octubre de 2021, a petición del presidente municipal, se retiró a preventivos y fueron suplidos por policías estatales.

La ruta siguió por Santa María de Guadalupe, San José de la Montaña y Santa Rita. La placita de Cerro Gordo estaba fotografiable y sirvió de escala para buscar un agua mineral de sabor. No había y fue suplida por un refresco sabor manzana.

Ahí estaba la refinería ante una ciudad con poca circulación de vehículos. El cruce fue por Faja de Oro y de ahí, rumbo a Irapuato. El cielo se despejó un poco y mostró que no era tan tarde. Al pasar Ciudad Industrial, hubo cambio de planes: ir a San Roque, al sur de Irapuato, a buscar la Hacienda donde vivió el escritor Jorge Ibargüengoitia.

En ese momento no se tenía conciencia de que también esa localidad tiene su historia de violencia. Afortunadamente el “Dios lo bendiga” acompañaba al reportero.

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