Encerrada por decir la verdad: Magda Pérez, periodista destacada de La Piedad

La periodista se encuentra en el Penal Femenil de Alta Seguridad Federal, en Morelos

María Magdalena Pérez Sánchez (3)

La Piedad, Michoacán

La periodista María Magdalena Pérez Sánchez, padece del sistema penal acusatorio en el que desde hace más de un año se encuentra recluida en una cárcel de máxima seguridad en Michoacán por presuntos actos delincuenciales, aunque no ha sido condenada.

Anterior a ser detenida por la policía municipal de La Piedad, Magy como la conocen sus amigos, había ganado el premio municipal de periodismo y entre sus otros logros también se encuentran algunos reconocimientos como fisicoculturista, teniendo el primer lugar en la categoría Bikini Michoacán.

A la fecha y en base a los pocos datos que se han dado a conocer, Magy o Magda ni siquiera tiene una condena que legalmente la pueda tener por un tiempo definido en la cárcel, por el contrario se desconoce que ha pasado.

Hay que hacer mención que el 27 de mayo de 2007, tras pasar diecinueve días detenido en la cárcel de Puentecilla (Estado de Guanajuato, Centro), Jesús Lemus Barajas, director del diario El Tiempo, fue trasladado a la penitenciaría federal de Puente Grande, en el vecino Estado de Jalisco, sitio en el que Pérez Sánchez era la editora y que por esas labores al parecer hubo cierta incidencia de enjuiciarla por las actividades periodísticas que realizaba.

Las autoridades de Michoacán justificaron el traslado de la periodista al Penal Femenil de alta seguridad federal, porque se trata de una “acusada peligrosa”, aunque no se ha informado realmente sobre qué tipo de delitos fue detenida.

Carta enviada por María Magdalena Pérez Sánchez

Coatlan del Rio, Morelos 31 de Mayo 2016 (2:00 am)

A pasado más de un año, mucho más para cuando esta carta sea leída, no es fácil enfrentar la opinión pública, más aun cuando toda mi vida he sido crítica y desde mi cómodo asiento atrás del “telón de acero” veía las corridas de los demás. Quiero romper el silencio, más por salud mental que porque tenga que justificarme con alguien, a Dios le entrego cuentas de mis actos, en mi persona pago las consecuencias y un juez tiene la última palabra en mi juicio terrenal que está por concluir. Finalmente todos, quienes me conocen siempre han tenido una opinión de mí y ahora no será diferente.

Estoy luchando, más que por mi libertad, por demostrar mi inocencia de los delitos que me imputan, aunque yo y Dios sabemos mi culpabilidad en muchas otras cosas que no están en los tribunales, quiero quitarme el miedo, quiero recuperar esa libertad al menos de expresarme, la que siempre tuve, que no valore y no siempre use para bien. Pensé que callándome protegía a mis seres queridos, en realidad yo era la que me acorazaba, por experiencia se, que politizar un caso judicial solo complica las cosas, no recurrí a nadie, me senté y crucé de brazos a esperar que “el sistema” me escupiera cuando se cansara de masticarme, ahora lo veo, que solo fui una cobarde.

Recordé cada vez que yo aconsejaba a la gente, “¡Denuncie! ¡No se quede callada! ¡Haga algo!”, es muy fácil cuando no te está pasando, que difícil enfrentar las cosas en carne propia. Sabía que tenía un estigma por ser reportera, por ser crítica y por haber defendido un caso relacionado con el narcotráfico, el de Jesús Lemus Barajas en el 2007, mi compañero del periódico “El Tiempo”, uno  nunca sabe cuándo será alcanzado por sus fantasmas.

La codicia de la policía corrupta de La Piedad que es ese momento era dirigidos por Alejandro Calderón Cadengo, el Subdirector Joel De la Cruz  y su gente, que en sus tratos con grupos de la delincuencia organizada emprendieron una cacería de brujas para cobrar las dadivas de aquellos que los “reclutaron” para “limpiar la plaza”. Los llevaron a detener a toda clase de personas, -La Piedad lo sabe-, incluso una reportera –yo- que pretendían que a base de torturas “confesara”, quienes del gobierno municipal, de los periodistas y otras corporaciones, tenían tratos con el crimen organizado, -como según ellos, era mi caso-.

Las torturas físicas y psicológicas, son algo que te marca para toda la vida, y por más que las entierres en el fondo de tu ser, siempre regresan, la orquesta de golpes no fue suficiente para quebrantarme, pero las amenazas de muerte y sentirte al borde de tal, al ser asfixiada con agua y con una bolsa plástica en la cabeza, resultan eficaces para desmoronar a cualquiera, incluso para quienes –como yo- presumen de conocer de todo y estar preparados para cualquier caso. ¡Sorpresa! No lo estaba.

El punto es, que consigan o no su cometido, no necesitan mucho para lavarse las manos, una historia redactada sin mucha imaginación puede llevar a la cárcel a cualquiera ¡si a cualquiera!, quitarle la credibilidad, borrarlo temporalmente del mapa y cumplir su “cacería”, de lo que además se jactan con su orgullo, pero no son capaces de sostener en los tribunales, prefieren esconderse como avestruces y seguir haciendo gala de su poca hombría frente al juez.

Muchos policías de La Piedad –algunos activos- que por mi profesión me conocen, vieron o saben de lo que fui objeto, pero su temor y cobardía fue más grande que la mía, los más humanos trataron al menos de aliviarme una incomodidad o golpe a escondidas, o de darme una palabra de aliento durante todas esas horas, ellos sabían que esos criminales tenían como mando solo estaban “de pasada”, tanto los unos como los otros nos volveremos a ver, pero todos algún día estaremos frente al que todo lo ve… Dios.

Las amenazas que luego vinieron para mi familia, cuando trataron de ventilar la podredumbre que me atrapó, me desarmaron más; hoy creo que existen mejores condiciones para decirlo y si no, al menos siento un antecedente del peligro que puede pesar sobre mi familia.

Por  una  decisión tal vez precipitada y una mala asesoría legal, no recurrí a ninguna instancia defensora de periodistas, aunque si de derechos humanos –aunque me conocen-, primero porque me creí víctima de una mala voluntad y no sentí en ese momento que mi profesión era lo que me tenía en esta situación – ahora veo todo global- y porque no pretendía sumar otro agravio a periodistas, ya son demasiados y solo incrementan las  cifras, la Fiscalía Especial de Agravio a Periodistas de la PGR solo serían unos verdugos más, que  se sumarian a mi calvario –ya lo viví antes- mi condición profesional, paso a segundo término, quise defenderme como solo una mujer, una esposa, una hija, una madre, una interna más y otra víctima del oxidado sistema judicial.

Sin embargo, no dejo de ser reportera, no dejo de ver, de conocer, de hacer, de cada experiencia, una historia que será contada, desde los cajones de los estatales del Centro de Operaciones Estratégicas Morelia  (COE), llenos de droga, los robos descarados a los detenidos (todavía deseo verlos enfundados en mis vestidos ajustados con mis plataformas rosas) la corrupción y la rapiña en todos los niveles y después… la cárcel, la de Máxima Seguridad.

El inframundo en el que vivo, no se puede describir en dos líneas, es más creo que solo quien estuvo aquí puede saber, y quien no, creo que nunca lo entendería, solo diré por ahora que hay muchas lecciones, muchas pruebas, muchas historias, de mujeres terribles y otras porque no, buenas; muchas famosas, la mayoría desconocidas; aunque las verdaderas tragedias de inocentes, siguen en el anonimato y se escapan a las fundaciones, ONG´s, Derechos Humanos Internacionales y otros esfuerzos que creen conocer casos emblemáticos, la mayoría de ellos mentira, como casi todas las historias carcelarias que se publican. Pero todas, sin duda, mujeres de gran valor y temple, mis compañeras en este episodio de mi vida, en éste, mi paso por el Seol.

¿Quién es María Magdalena Pérez Sánchez?

  • Licenciada en Ciencias de la Comunicación
  • Premio Municipal de Periodismo 2012
  • Editora del Periódico El Tiempo
  • Atleta Fisicoculturista
  • Madre dos hijos

 

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