El niño que sería el Papa Francisco

Los primeros años de Jorge Mario Bergoglio: sus experiencias tempranas lo ayudaron a moldear su visión del mundo

México.- La vida que dejó Jorge Mario Bergoglio antes de ser conocido por todo el mundo como el Papa Francisco es curiosa. Su niñez, por ejemplo, es una muestra de su humanidad. Nos despedimos y recordamos ahora al primer obispo latinoamericano en liderar el Vaticano. Sin embargo, vale la pena conocer al papa más allá de su túnica.

Jorge Mario nació en Flores, Argentina, siendo el primogénito de los cinco hijos de Mario Bergoglio (un inmigrante italiano) y Regina Sivori. Él fue una persona que vivió su niñez apegada a su familia. Oscar Adrián, Marta Regina, Alberto Horacio, María Elena y él eran hermanos muy unidos; pero su relación con la más pequeña era más cercana. Tras dar a luz a la menor de sus hijos, Regina enfrentó varios problemas de salud. Como Jorge fue el mayor, tuvo que hacerse responsable de muchos de los cuidados de María Elena. En su autobiografía narró que cuando murió su padre, él dejó de ser el hermano mayor y se convirtió en una figura paterna para su hermana.

Sus abuelos también formaron parte importante de esta etapa, le ayudaron cambiar la forma en que veía las cosas. Jorge Mario era un niño reflexivo y desde un principio tuvo interés en problemas sociales, le preocupaba la pobreza, misma que notaba con el personal de servicio que trabajaba en su casa. La costumbre de su familia en Navidad era dejar un plato libre por si a última hora llegaba algún necesitado a comer.

En una entrevista, él mencionó que en una ocasión, a sus escasos cuatro o cinco años, le tocó encontrarse con dos mujeres del Ejército de la Salvación, un movimiento por parte de la iglesia que se dedica a atender las necesidades de las personas sin discriminarlas. Al preguntar si eran monjas, la respuesta de la abuela fue que eran buenas personas: “Esa respuesta me permitió reevaluar lo que se decía desde chico, a mirar con otros ojos a los protestantes y no como el párroco de Versalles que decía que se iban a ir al infierno, o como los Jóvenes de Acción Católica que les quemaban las carpas a los evangélicos que venían a predicar”.

Sus primeros años estuvieron marcados por una profunda devoción religiosa alimentada por su familia. La abuela y las monjas de su jardín de niños le enseñaron a rezar. Dentro de las anécdotas que alguna vez compartió el papa, está la cercanía que tuvo con su primera maestra en el jardín de niños. La hermana Rosa lo describía como “un diablo”, refiriéndose a las travesuras de Bergoglio.

Como parte del entusiasmo infantil, el futbol era una de sus actividades favoritas, al igual que la mayoría de los niños argentinos, Jorge Mario era un apasionado de este deporte. Sus amigos y él disfrutaban de largos juegos en campos de tierra. A menudo jugaba como portero y cuando creció entendió que esa posición que ocupaba de joven, le serviría para enfrentarse a los problemas de la realidad, porque “puede que no sepas de dónde viene exactamente la pelota, pero eso no importa, tienes que tratar de detenerla. Como en la vida”.

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