Acámbaro no sólo el municipio del pan, sino del ferrocarril

La locomotora de vapor 295, popularmente conocida como “La Hermana Mayor”, con paradero desconocido; y la máquina 296, “La Fidelita”, que actualmente custodia el Museo Ferrocarrilero

Acámbaro, Guanajuato. Una de las ciudades con profunda identidad ferrocarrilera es Acámbaro, en el extremo sureste de Guanajuato, que durante el Porfiriato no sólo se convirtió en uno de los puntos de la línea troncal México-Laredo, sino en un importante centro mecánico y logístico, con uno de los más completos talleres de los antiguos Ferrocarriles Nacionales de México.

Por más de un siglo, el ferrocarril fue vehículo del progreso en México. Conforme se fueron tendiendo las vías que unieron los distintos puntos del país, numerosos pueblos y comunidades se transformaron y adquirieron nuevas vocaciones, bajo la sinfonía mecánica de las locomotoras.

Los talleres de Acámbaro no sólo sirvieron para reparar locomotoras con una eficacia ejemplar, sino que también fueron la cuna de las únicas máquinas de vapor enteramente construidas con mano de obra y procedimientos mexicanos: la locomotora de vapor 295, popularmente conocida como “La Hermana Mayor”, con paradero desconocido; y la máquina 296, “La Fidelita”, que actualmente custodia el Museo Ferrocarrilero de la localidad guanajuatense, célebre también por su tradición panadera.

Esta hazaña técnica de los ferrocarrileros acambarenses, lograda en los años cuarenta bajo la dirección del maestro José Cardozo Téllez, desgraciadamente no pudo rendir más frutos, ya que justo por esos años, las más poderosas y avanzadas locomotoras a diésel comenzaron a hacer a un lado a las antañonas máquinas de vapor. “La Fidelita” fue retirada de circulación apenas tres años después de haber salido del taller.

No obstante, miles de acambarenses, repartidos en varias generaciones, tuvieron en el ferrocarril su razón de ser. Técnicos, conductores, maquinistas, garroteros, telegrafistas y empleados administrativos ofrendaron sus quehaceres y años laborales a este medio de transporte, alrededor del cual se establecieron vínculos comunitarios que aún perduran.

“El riel de la memoria”

Uno de los más esperados lanzamientos de 2021 de Ediciones La Rana, el brazo editorial del Instituto Estatal de la Cultura, es precisamente un tributo al gremio ferrocarrilero de Acámbaro, el cual lleva por título “El riel de la memoria”, una recopilación de historias de vida de hombres y mujeres cuya existencia transitó entre vías, estaciones y patios de maniobras.

En el libro resuenan los testimonios de Silvia Raquel Gómez, Martha Promotor Jiménez, José Alfredo Jiménez, José Guadalupe Herrera, Joel Garduño, Ángel Soto, Armando Martínez, José Luis Medina y Jesús Cervantes Guzmán, quien funge también como recopilador por parte de la asociación civil acambarense, Amigos del Ferrocarril.

La publicación se nutre además con un prólogo del historiador, Enrique Avilés Rodríguez y una deslumbrante selección de fotografías captadas por Ted Rose y Frank Barry, fotógrafos estadounidenses profundamente enamorados por los ferrocarriles mexicanos.

“El riel de la memoria” se ha presentado hasta ahora en Acámbaro, la Feria Nacional del Libro de León y el Foro Virtual del Libro, organizado por Ediciones La Rana.

En este último evento, Silvia Raquel Gómez Martínez, una de las personas que aporta su testimonio en la publicación, recordó que el ferrocarril les brindó la oportunidad de pertenecer, capacitarse y ascender. “El ferrocarril es como una buena madre…a todos acurruca en su pecho, solía decir mi abuelo”.

Para Enrique Avilés Rodríguez, prologuista del libro, el texto, además de ser historia de vida, se conecta con la arqueología industrial: “ese conjunto de restos que tienen un alcance social, económico e histórico que finalmente ha sido revalorado como constructor de la vida de tantas personas”.

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