Bebiendo estrellas en “La Bufa” -cuento-

Por: MakaBrown

Hacia un poco de fresco, pero con el calor de la fogata y de las cervezas apenas y se sentía. Fuimos de los primeros en llegar y nos tocó ver cómo iba llegando gente, gente y más gente.

El cerro de la Bufa se iluminaba cada vez más con las fogatas que preparaban en los diferentes campamentos para la tradicional celebración del “Día de la Cueva” en Guanajuato.

-Destápame otra cerveza le dije a Daniel mientras ponía más leña a la fogata.

-¿Clara u oscura? , me preguntó.

-Es igual, el efecto es el mismo, le decía con una sonrisa mientras alzaba los hombros.

Eran apenas las dos y media y Daniel se sentía cansado. Me dijo que se metería a la casa de campaña a dormir un rato.

Puse la música bajito para poder estar un rato con mi propio ser, mientras le daba vuelta a la asada. Ya había sido demasiada cerveza, pero no tenía nadita de sueño. Destapé la hielera, tomé unos hielos y me serví un buen trago de tequila.

La garganta me raspó tanto que cambié de música y puse unas rolas de Pepe Aguilar…

“Quédate un poquito más, todavía no es hora de abordar…”

-¿Me invitas un trago?… me dijo una voz tan sensual que hizo que me levantará como un resorte.

Era chica de unos veintitantos, delgada, de cabello negro, tan negro como la noche, su cabello rizado y su boca tan roja que me costaba trabajo verla a los ojos. Sus ojos igual eran negros y muy brillantes. Me estaba hipnotizando… Qué digo chica…. ¡Era una diosa!.

“Me estoy acobardando y lo ha notado…” se escuchaba en medio del cerro como si no existiera persona alguna por el lugar.

-Si no quieres no amigo, no te preocupes.

-Perdón, perdón, reaccioné al tiempo que ponía hielos en un vaso.

-Sin refresco.

Extendí mi mano y de un solo tragó se lo tomó, regresándomelo en señal de que le sirviera otro.

-Siéntate, por favor, le dije sirviéndole nuevamente.

– ¿Con quién vienes?, -le pregunté para no llevarme alguna sorpresa-.

–  “Aquí vivo”, me dijo mientras soltaba una carcajada.

– En serio, ¿con quién vienes?.

– Con nadie. Si es lo que quieres escuchar. Tengo algunas amigas que andan por ahí, pero se me desaparecieron “literal”.

-Si quieres podemos irlas a buscar, le dije en tono comprensivo.

-¿A buscar?, y como para qué o qué.

-Pensé…

– Sé lo que piensas me dijo. Su sonrisa era tan cautivadora que estaba consiguiendo que me enamorara -por no decirlo de otro modo-. (Debo beber más seguido de este tequila, pensé).

-Es bonita la noche, no crees, le dije mirándola fijamente.

-“Son las tres amor…  ya no es noche”.

-“Amor”, me dijo amor.

-“No vayas a interrumpirnos pinche Dany… pinche Dany… pinche Daniel no vayas a interrumpir… no te la perdono”, me lo repetía en mi interior una y otra vez.

-¿Crees en la magia?

-Le di otro trago a mi tequila.

– Noo, bueno… sí, depende.

– Tengo “besos mágicos”, me decía mientras ponía sus brazos tras mi cuello.

-Pensé que mi bella e inesperada amiga cerraría los ojos. Pero no. Comenzó a acercarse tanto a mis labios que tengo que confesar que me puso nervioson.

La tomé por la cintura y nos dimos el beso más espectacular que se puedan imaginar… “por donde vayas iré, con una venda en los ojos, lo que decidas haré, el amor cuando es verdad es uno solo”.

Un “click” se escuchó. Pensé que había mi corazón. Pero no… dentro de la casa de campaña alcancé a ver de reojo que Daniel nos estaba espiando.

-¡Maldito! pensé al principio, pero luego reviré y sabía que no era tan “mala idea” tener una imagen de aquella diosa.

– No me has dicho tu nombre… le decía al tiempo que la tomaba por la cintura.

“Noche”…  puedes llamarme “Noche”.

Y ocurrió lo increíble. Separó su cuerpo un poco del mío y comenzó a elevarse sin soltar mis manos. Pensé que mis fantasías eran a causa del alcohol, pero no. ¡Sus pies se levantaron del suelo!.  Nuestros brazos se extendieron y ella se elevaba cada vez más alto. Cuando estaba a unos dos metros se soltó de mis manos mientras sonreía con sus rizos al aire. Los “clicks” no dejaban de sonar.

Aquella chica se perdió en la oscuridad de la noche. “Y me bebí las estrellas, pidiéndole a cielo que un día regresaras…“ se escuchaba de fondo.

-¿Lo viste cabrón… lo viste? ¡No mames, nooo mameees!, fue increíble le decía exaltado a Daniel que me miraba asustado desde el interior de la casa de campaña.

Abrió la tela mosquitera, con el celular en la mano.

Buscó las fotos todo tembloroso. Ahí estaban… pero… no había tal chica. Solamente me veía a mí mismo alzando los brazos al cielo, con la mirada perdida, como intentando alcanzar algo… alguien…

La bocina marcaba las tres treinta y tres. Mientras continuaba la canción: “Y me bebí las estrellas…
buscando el lucero que tanto adoraba…”

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