“Cuando el valor del silencio avanza,
se transforma en poesía”.
Abel Pérez Rojas.
Opinión.- El silencio siempre tiene un valor inconmensurable, a veces es la única forma de “decir” lo que se lleva en lo más profundo.
El silencio tiene una extraña sustancia que propicia evidenciarnos cómo es que nuestros pensamientos distraen la atención de la conciencia, y así percatarnos que no somos ellos, sino que son manifestación de algo más profundo.
Hay quienes, en ambientes silenciosos y sin tantos aspavientos, van escudriñando los mundos opacados por el ruido de lo cotidiano.
La obra de Hugo Islas Galicia, poeta poblano, es una muestra de ello.
Seguramente influenciado por la profesión literaria de su padre, Hugo Islas en los últimos años ha intensificado su presencia en el mundo cibernético de las letras.
Periódicamente encontramos en el ciberespacio composiciones literarias de Islas Galicia que nos llevan de lo íntimo a lo social que debe ser denunciado y anunciado a través del arte.
La poesía de Hugo Islas va contracorriente y ahí es donde encuentra la fuerza que le hermana con quienes siguen escribiendo a pesar de los asuntos públicos desalentadores. Islas Galicia no sólo hace caso omiso a la postura que tilda de inútil a la poesía, sino que se escuda en las letras para catapultarla como una herramienta de pacificación y de rescate de la lengua. Tal vez por ello es afecto a escribir sonetos y recurrir a literatos clásicos.
Le pregunto a Hugo Islas: ¿Cuál es el encanto y secreto de los sonetos? Él me responde: “es un no sé qué resultado de la combinación de la musicalidad y de la métrica que le otorga un atractivo que a veces no es consciente por el escucha y eso mismo lo hace impactante”.
En la conversación que sostengo con Hugo Islas sale a relucir cómo los artistas experimentan la otredad. Él me dice que la otredad está vinculada con la empatía, con la humildad para admitir y reconocer el esfuerzo y caídas ajenas, porque el quehacer artístico conlleva etapas evolutivas y riesgos de involucionar creyendo que se progresa.
En ese constante vaivén de evolución e involución, compartir la obra propia es exponerse al ojo crítico experto que puede ser demoledor por sus señalamientos certeros, pero puede ser crudo si la ignorancia y la envidia se mezclan.
Con el paso de los años hay pensamientos y sentimientos que se van almacenando, hay introspecciones producto de cavilaciones con destellos originales mezclados que necesariamente tienen que romper el silencio.
Escribir y compartir es empezar a desprenderse de las taras que provocan la reproducción y continuidad del fatuo destino, de ese inmisericorde comportamiento que pretende presentar como ley el hecho de que unos nacieron para mandar y otros para obedecer.
Así, el poeta avezado en los mundos internos milita en el silencio nutritivo, pero disiente del silencio complaciente, del que guarece la aparente inmovilidad de las cosas.
Cuando avanzo en la conversación con Hugo Islas me queda claro que pese a su humildad no pasará desapercibido y entonces fraternizo con los poetas que irrumpieron el silencio desde las sombras, por ello concluyo nuestro encuentro con las siguientes líneas:
La historia de la Literatura se nutre de un extenso número de autores, que tanto en vida como después de la muerte cumplen la premisa de “Marginados, Disidentes y Olvidados en la Historia”, literatos que han padecido el aislamiento y la marginación por parte de una sociedad pulcramente encorsetada que les dio la espalda, que tachaba su reivindicación y su divergencia, como ofensa a la moral pública, dejando caer todo el peso de los dictámenes de la Iglesia, de la fuerza de la política y de la clase social alta, los poderosos en esta historia de “malditos”. Sí, nuestra historia también se escribe con la tinta negra de estos “ilustres condenados”, y obviamente, la Literatura, se hace eco de estas espesas sombras”. (Marginados, Disidentes y Olvidados en la Historia/UCA)
¿Qué le parece?
