Irapuato, Guanajuato.- Francisco tiene 11 años, va en quinto de primaria y ya está trabajando. Después de ir a la escuela por las mañanas, se dedica a cargar y cortar madera para venderla. El negocio familiar consume la mitad de su día y en fines de semana o vacaciones sus jornadas son de 8 horas. La ilusión del día del niño para él no tiene importancia y mucho menos pensar en su futuro.
Los juegos que ahora le llaman la atención a Francisco son sólo virtuales. Con el dinero que le pagan ha podido comprarse un teléfono de más de 10 mil pesos, según dijo. Cada semana él ahorra una parte para pagarlo, su prioridad es tener saldo para usar el internet. Su rutina de lunes a viernes le permite comprar lo que se le antoja y normalmente gasta en dulces, comida y recargas de celular: “me acuesto, me cambio, voy a trabajar con mi tío en la madera, llego a la casa, ceno y me voy a dormir”
Él y su hermana de 9 años viven el día a día como todos los niños, se pelean y ven caricaturas juntos. Sin embargo, parecen haber olvidado los festejos del día del niño y la convivencia con su familia. Su hermana Mónica contó que ha faltado a clases muy seguido: “a veces no voy a la escuela y me quedo, le ayudo a mi mamá a lavar los trastes. A veces juego con mi prima a la mamá”. Ella no pudo recordar si un año anterior celebraron el 30 de abril, pero sí le gustaría que este año le regalaran una muñeca.
“Yo festejo descansando de no ir a trabajar y me gustaría que ese día yo estuviera ahí acostado con el celular”, comentó Francisco. Para él, el mejor regalo sería que no lo molestaran ni sus papás ni su hermana. Esta reflexión va acompañada con un: “ya quiero trabajar, no quiero seguir estudiando”. A partir de que comenzaron a pagarle, los estudios ya no le interesan, pero tampoco puede verse en un futuro. “No quiero ser nada cuando sea grande”, dijo el niño que sólo quiere descansar y jugar en el celular.
