Abasolo, Guanajuato.- La vida de Silvestra, antes de que su esposo dejara el alcohol, fue una constante lucha. “Mi marido tomaba mucho, yo tenía que darles a mis hijos tortillas con chile de comer porque no había dinero en la casa, todo se lo tomaba en el trago”, compartió la señora.
Silvestra recordó cómo la familia, con cuatro hijos, no lograba establecerse en un solo lugar. Andaban de casa en casa, buscando un cuarto prestado donde poder vivir. El esposo de Silvestra, Natividad, se dedicaba a la venta de fruta, pero su negocio no lograba prosperar, ya que Natividad gastaba todo el dinero en alcohol. “Yo tenía que andarle sacando dinero del pantalón para apartar algo y que él pudiera ir a surtir la fruta”, explicó Silvestra.
Ante esta situación, Silvestra recurría a la fe. Le pedía mucho a la virgen que su marido dejara de beber y, en un acto de devoción, rociaba a Natividad con agua bendita cada vez que salía de casa, pidiendo a los santos por su bienestar. Para poder alimentar a sus hijos, Silvestra comenzó a vender empanadas y, de vez en cuando, compraba un pedazo de carne que preparaba para sus hijos. Sin embargo, a su esposo le escondía la carne y solo le daba chile con tortillas, esperando que esto lo hiciera reflexionar y dejar la bebida.
La vida de Silvestra dio un giro cuando, tras la muerte de su suegro, ella vio algo inexplicable. Mientras reparaba ropa por la noche, vio a su suegro parado junto a la cama de su esposo, observándolo mientras dormía. Al día siguiente, Silvestra le contó lo que había visto y, por la tarde, un grupo de hombres llamados todos “Jesús” llegó a la casa. Invitaron a Natividad a asistir a Alcohólicos Anónimos. “Ya ves viejo, ‘Jesús’ te está llamando”, le dijo Silvestra.
Desde ese momento, Natividad dejó de beber. Regresó al negocio de la venta de frutas, y hasta su sobrino, que vive en Estados Unidos, notó el cambio y le regaló un terreno donde pudieron empezar a construir una casa. “Las cosas cambiaron mucho, mi esposo ya se hacía responsable de la casa, y el dinero rendía más”, comentó Silvestra.
Sin embargo, la pandemia afectó el trabajo de Natividad. Durante ese periodo, no se permitía el acceso a personas mayores en la central de abastos de Irapuato, por lo que tuvo que dejar su negocio. Ahora, Natividad se dedica a juntar chatarra y venderla, y, además, recibe apoyo como adulto mayor, lo que permite a la familia subsistir.