Antes los muchachos colocaban lirios en los pies de las mujeres para…

Manuel Doblado, Guanajuato. Por el Cronista Miguel González Murillo.- “El combate de lirios morados”, como llamó Rubén M. Campos (apróx. 1874-1945). Comenzaba al caer la tarde, normalmente era un domingo después de misa, en la que era necesario que los varones trajeran una brazada de lirios, los cuales colocaban a los pies de la mujer, quien tenía el derecho de corresponder o no, y de ser positivo consistía en una aceptación de noviazgo.

Esta tradición perduró durante el siglo XX en nuestro pueblo, en el que los jóvenes giraban alrededor del jardín, las mujeres en sentido contrario a los hombres, pues el objetivo de ello era intercambiar miradas. Una mirada, después una pequeña sonrisa eran señal de aceptación.

Las amigas y amigos tenían un papel importante, pues en el caso de los hombres, podían empujar al pretendiente para que la mujer notara su presencia, y en el caso de las mujeres, las cuales siempre caminaban en grupo, colocaban a la mujer del lado de la fila de hombres para que el valiente diera el siguiente paso, “te acompaño…”, lo cual realizaba ofreciendo alguna flor o cascarones rellenos de confeti, los cuales podría destruir con sus manos sobre la cabeza de la pretendida.

En el supuesto de no ser correspondido, las amigas protegían a su compañera, colocándole en medio, de tal manera que el desafortunado no tuviera acceso a ella.

La familia jugaba un papel muy importante, pues casi siempre la mamá de la mujer, o toda la familia, se colocaban en una parte estratégica del jardín, de tal manera que disimuladamente podían vigilar el desarrollo del acto, por lo que el enamorado debería buscar el momento preciso, sortear una serie de obstáculos para poder conquistar a su princesa, y exponerse al mal humor del papá, hermanos y de algún rival que también pretendiera a la misma mujer.