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¿A ti también te “habló” el futuro en el pasado?

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“En nuestro pasado hay adelantos de futuro”.
Abel Pérez Rojas

Sólo con el paso del tiempo nos percatamos de que en el pasado hay huellas de futuro. Dicho de otra manera: en lo que hemos vivido ya el futuro nos ha “hablado”, pero nuestros oídos no están listos para identificar el valor de esos pasajes, por ello, los perdemos.

Desechamos los mensajes de futuro, porque  los consideramos como una experiencia no significativa; aunque, a lo largo de nuestra vida, se podrían contar por miles, tal vez millones.

Si cambiamos nuestra percepción estaremos en posibilidades de potenciar nuestro actuar y sacar mayor provecho al escaso tiempo de vida, a partir de esos “avisos” del futuro.

… porque en cierta ocasión alguien afirmó que “el pasado no se puede modificar y el futuro es incierto”, eso lo asumimos como nuestra verdad, y nos anclamos en que no vale la pena molestarse en reflexionar y columbrar más allá del momento presente.

Por supuesto que no podemos volver en el tiempo para modificar nuestro actuar y el de los demás, ni el estado de cosas manipulando el pasado.

Pero sí podemos modificar, cuantas veces nos sea posible, la percepción que tengamos de ello; y como en gran medida la fuerza del pasado radica en la huella que ha dejado de lo que somos en el presente, entonces de alguna manera cambiamos el pasado y sus efectos en el aquí y ahora.

Con relación al futuro, generalmente adoptamos dos grandes posturas:

La primera consiste en pensar que éste es sólo una prolongación de inercias, que a su vez constituyen el “fatal destino”, en el cual solamente somos espectadores de lo que no podemos modificar porque ha sido conformado por agentes y fuerzas sociales, políticas y económicas superiores a nosotros.

La segunda considera el futuro como algo totalmente incierto en lo que cual perdemos tiempo si nos detenemos a pensar y actuar en él, pues “nadie sabe a ciencia cierta qué nos deparará el mañana”.

De manera simplista diremos que el futuro es de sobremanera conocido y está muy claro en muchos de sus aspectos, al menos en las grandes líneas de cómo será la vida en el corto y mediano plazo, porque ha sido nuestro actuar tan indolente que hemos dejado a la voluntad de otros lo que vendrá en los próximos años.

Pero el futuro individual, donde radican las posibilidades infinitas y que nos regala su riqueza en el presente ¿Cómo lo estamos aprovechando? Y mejor aún: ¿cómo podemos potencializarlo?

En el ámbito personal, no nos detenemos a reflexionar profundamente sobre nuestro pasado y nuestro futuro. Tampoco tenemos el hábito de escribir nuestras experiencias significativas, ni nos tomamos un tiempo para organizar, clarificar y menos el sistematizar nuestra experiencia o ahondar en la exploración de lo promisorio y su riqueza.

Por ejemplo, recuerdo que entre los siete y ocho años escribí mi primer cuento. Fue mi primera creación literaria sin que nadie me la pidiera. Por aquellos días sentí la necesidad de escribir y lo hice. Así, mi futuro me estaba “hablando”, me estaba adelantando parte de mí, lo que años más tarde se convertiría en un motor de mi vida porque me nutre grandemente y me ha dado múltiples satisfacciones.

Pero como no presté atención a aquella experiencia de mi niñez, cada vez más lejana, tampoco pude ver que poco después se me manifestó de otras maneras y estuvo a punto de extraviarse en aquellos años en los cuales me eran inteligibles las clases de Español y un poco menos las de Literatura.

¿En qué otros pasajes de mi pasado me “habló” mi futuro? ¿Qué partes de mi presente son los primeros ladrillos de mi futuro?

Vale la pena dialogar con uno mismo y con quienes nos rodean acerca de nosotros, de lo que hemos sido, de lo que somos y de lo que podemos ser. Verá usted con asombro que hay muchas partes de nuestro futuro en el pasado que nos han estado “hablando” más seguido de lo que usted cree.

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