Gorditas y quesadillas “La Chata”, una tradición en Abasolo

El sabor y la atención es lo que ha caracterizado a esta familia abasolense, trabajando por más de 18 años en el mundo de la gastronomía mexicana

Martha Cabrera “La Chata” de Abasolo. Foto por Francisco Somoza

Abasolo, Guanajuato.- El negocio familiar conformado por Fernando Diosdado mejor conocido como “el macizo”, su amada esposa Martha Cabrera “la Chata” y sus dos hijos, Fernando y Ericka, ha trascendido con el paso de los años, siendo hoy en día una tradición en Abasolo.

Hace más de 30 años, la familia Diosdado Cabrera comenzó a vender comida en el callejón Aldama de Abasolo, como vendedores ambulantes; Con carbón y comales de barro, preparaban gorditas y quesadillas de diferentes guisados, donde ayudaban a la abuelita Carmela mamá del “macizo” a la cual apoyaron por 5 años.

“La Chata” con su esposo Fernando, mejor conocido como “El macizo”. Foto Cortesía

Posteriormente la familia decidió emprender e irse a vender por su cuenta, así que se trasladaron a la colonia Las Margaritas, justo donde se encuentran los hornos, ya que el señor Fernando tenía un deposito ahí y la “Chata” con sus deliciosos guisos, les vendía a los trabajadores de la zona.

Tiempo después, la señora Celia, una abasolense reconocida que vendía gorditas, le traspaso su puesto a la “Chata”, donde ella empezó a vender de manera ambulante alrededor de 4 años.

Hasta que llegó el momento de instalarse en el mercado municipal, y así fue, solo que algunos años estuvieron ubicados en el segundo piso del “Salón Bonanza” en lo que se construyó el nuevo mercado municipal.

Gorditas, quesadillas y menudo, “La Chata”, han permanecido en el gusto de los clientes por su trato y sabor. “Lo que nos distingue es el sabor y sobretodo el trato, cuando estaba mi papá con nosotros, la gente venía a platicar y almorzar, mi papá fue un hombre muy carismático y a toda la gente saludaba”; externó Ericka.

Lamentablemente el 1 de abril del año 2017, el señor Fernando Diosdado mejor conocido como “el macizo”, falleció, pero dejó un legado gastronómico con su amada familia.

“Me acuerdo que una vez vino un cliente y cuando se enteró que mi papá había fallecido, nos dejó dinero para unas flores, mucha gente lo recuerda por su buen carácter, por lo amable que era y también que era muy bueno para atraer a las personas, les hablaba, conversaba con ellos y hacia una gran amistad, por eso muchos lo recuerdan con gran cariño”, mencionó Ericka.

Este negocio tan popular tiene clientes de Estados Unidos, León, Ciudad de México, Querétaro, gracias al sazón y trato de la familia Diosdado Cabrera.

“Me siento muy orgullosa de lo que hacemos, de lo que vendemos, siento bonito que mucha gente nos conoce, nos quiere y nos recomienda”, dijo Ericka.

“La Chata” con sus dos hijos, Ericka (en el centro) y Fernando. Foto por Francisco Somoza

Tantos recuerdos que hay en la memoria de la familia, pero hay uno que Ericka no olvida cuando vendían tamales y champurrado. “Recuerdo mucho la primera muchacha que nos compró un champurrado, con ella me hice la cruz y cada vez que la veo me acuerdo que con ella empezó una buena racha de ventas y siempre que la vemos le decimos lo importante que fue para nosotros su primera compra”, dijo.

Para concluir, la abasolense dejo un mensaje; “Gracias a todos nuestros clientes, vengan a probar las gorditas, aparte de que esta sabroso, se van a llevar una sonrisa mía”, concluyó Ericka.

Dentro del mercado de Abasolo, la familia Diosdado Cabrera. Foto Cortesía
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