Guanajuato.- Una serie de hechos son los que han marcado la historia de los guanajuatenses, entre inundaciones, sequías y por supuesto epidemias de viruela y tifoidea, que han cobrado la vida de muchos de sus habitantes.
Rosa Alicia Pérez Luque en el boletín número 3 del Archivo Histórico cita las efemérides guanajuatenses de Lucio Marmolejo quien a su vez refiere la epidemia de viruela registrada en 1796, la de viruela y tifo en 1762 y la de viruela de 1797; sin embargo la autora hace mención a una más que se dio en el primer trimestre de 1780, en que murieron más de cinco mil personas.
En 1797 como una medida para combatir la viruela se acordó por el intendente, Juan Antonio de Riaño y Bárcena y el Cabildo enviar al doctor Rafael Hernández a la ciudad de México para que se capacitar sobre la aplicación de la vacuna y traer sus conocimientos de regreso enseñarlos a los demás.
“Riaño dictaba una serie de disposiciones de que deberían observarse para contrarrestar los efectos del contagio. Para cada uno de los doce cuarteles en que estaba dividida la ciudad, comisionaba a uno de los regidores del Cabildo y aun vecino distinguido para que. Junto con el alcalde de barrio, auxiliaran a los enfermos y vigilaran que médicos y cirujanos les atendieran adecuadamente. También les encomendaba la tarea de persuadir a la población para que accedieran al mejor remedio contra la viruela: la vacunación”, relata Rosa Alicia Pérez Luque.
A través de Branciforte se formó un fondo general de caridad, en el que las familias acomodadas aportaban una cantidad y la otra de recursos públicos, para costear medicinas, alimentos, ropa, principalmente.
Por su parte el Ayuntamiento dispuso de dos hospitales provisionales donde se atenderían cierto número de niños inoculados de quienes se pudiera tomar el pus para la vacunación masiva de la población. Riaño, puso el ejemplo, sus seis hijos fueron los primeros inoculados para promover entre la población la aceptación de la vacunación.
Sin embargo la falta de documentos y padrones de ese entonces ha impedido que se tenga una cifra de las consecuencias que alcanzó la peste de viruelas entre 1797 y 1798.
Fue una época de miedo por parte de los habitantes, muchos de ellos se rehusaban a ser atendidos, o se escondían para no se empadronados. Otros se desplazaron a otros lugares tratando de escapar del contagio o la inoculación.
En diciembre de 1797 y enero de 1798 fueron los meses más críticos de la peste, el archivo de la Iglesia Parroquial llegaba a registrar hasta 24 entierros de indios, castas y españoles.
En informes finales que Riaño solicitó a los médicos encargados de la epidemia se resaltó el empleo de algunas hierbas para medicinales y compuestos químicos para el tratamiento de la viruela como la cebada, la cañafístula, la malva, la corteza, perubiana, la quina, la raíz de nopalillo blanco, el alumbre, el ácido de vitriolo y el crémor tártaro.
Este precedente fue muy importante ya que la epidemia de 1797 y 1798 fue muy importante en la historia de Guanajuato y no por los daños que causó sino por los avances y medidas de prevención que se lograron tener para la viruela.