Hace unos días me estaba preguntado ¿En dónde radica la belleza de una persona? Se podría pensar, en primera instancia, que en el físico, pero eso me descalificaría a mí y a Laura Bozzo otras personas, de considerarnos poseedores de belleza, así que no, no me convenció esa respuesta. ¿En la personalidad? ¿En las acciones? ¿En los pensamientos? Al final no supe la respuesta, así que decidí buscar a las personas que históricamente han sido consideradas como físicamente muy feas, para intentar determinar, desde un punto de vista totalmente ajeno a la ciencia, si había algo en común entre ellas.
Los por menores de mi investigación quedaron en el olvido a los 5 minutos, que fue cuando me encontré con que una de las personas más poco agraciadas, y hablo físicamente, fue una mujer mexicana. -no, no estoy haciendo un juicio estético personal, créame, así era como se anunciaba esta mujer, ella lo dijo, no yo.-
Julia Pastrana, fue su nombre, trabajaba, como era de esperarse, en un circo de freaks, espectáculos sumamente populares en el siglo XIX, simplemente imagine el portento de mujer, tenía, el “síndrome del hombre lobo”, cuestión que le llenaba de bello cada uno de los rincones corporales, incluida la cara, poseedora de dos hileras dentales, es decir, diente sobre diente, lo cual hacía que tuviera mandíbula generosa, bueno, hasta Darwin escribió sobre ella, llegando a pensar que era el “eslabón perdido”.
Cualquiera pensaría que alguien así estaba destinada a una vida de sufrimiento, y más en el siglo en que vivió, pero no todo fue tan malo, conoció a un americano de, apellido Rents, y claro, como buen americano, vio el negocio de su vida, y así Julia Pastrana se convirtió en la estrella de Gotic Hall de Nueva York, y como era de esperarse también, recibió muchas propuestas de matrimonio, bueno, la verdad no era de esperarse, pero así fue, y “el ganón” se llamó Theodore Lent, que al parecer le gustaban las peludas por que le fue infiel con una alemana de características similares (nomás por chisme les digo), se embarazó, y dio a luz a un “hermoso” bebé con el mismo padecimiento de ella, mismo, que murió a las 35 horas de nacer y que de paso le complico la existencia a su madre haciéndola fallecer por complicaciones en el parto, todo esto, en Moscú.
Claro que esto, no impidió que Julia abandonara la gira, no, en un acto por demás extraño, el esposo de Pastrana decidió momificarla y seguir con el espectáculo, así, los restos de Julia y de su hijo fueron dándole la vuelta al mundo y las épocas, hasta que en 2013 el gobierno de Noruega, que era donde acabo la buena Julia, devolvió los restos a las autoridades mexicanas y estas a su vez los enterraron en su natal Sonora.
Al final, no supe dónde radica la belleza, ni siquiera recordaba mi pregunta inicial, llegando así a la sabia conclusión de que Julia Pastrana pudo convertir lo que parecía su debilidad, en su mayor fortaleza y centro de atracción, y eso, es digno de admiración.