“Chongo Morao”, asaltaba a los españoles para quitarles el oro y plata que llevaban a España

Se asemejaba a un Robin Hood, pero el enterraba los tesoros en diferentes lugares de la Sierra de Pénjamo

Pénjamo, Guanajuato.- La codiciosa España saqueo toneladas de oro y plata de su colonia favorita: La Nueva España, que hoy equivaldría a miles de millones de dólares. Sin embargo es tanta la nobleza y la riqueza de nuestro país que no lograron acabar con su enorme riqueza, pese a los 300 años de gran y cuantioso saqueo.

Nacionalistas mexicanos afortunadamente siempre los ha habido y en aquellos tiempos de la colonia había un indio celoso de su patria, originario tal vez de Pénjamo (Magallanes) o de San Pedro Piedra Gorda (Hoy Manuel Doblado) y que se llamaba Miguel Cabrera, quien pensó que no era bueno que los españoles se llevaran tanto metal precioso a su país, extraído del nuestro, por lo que se dio a la tarea de asaltar los cargamentos de oro y plata que eran transportadas en mulas y que pasaban por el camino real, en las faldas de la sierra de Pénjamo, lo que hoy viene a ser Churipitzeo, las animas, el cobre, plazuelas, la esmeralda, particularmente en este ultimo lugar se dice que opero con mayor intensidad; mataba a los transportistas y los enterraba junto con aquellos tesoros que tenían como destino a España.

En la Esmeralda existe un pequeño cerro llamado por los lugareños El Violín, donde se dice que Chongo Morao construyo su casa para observar mejor cuando un cargamento se aproximaba y tomarlo por asalto. Lo curioso es que este hombre no vivió en la opulencia, que bien pudo hacerlo.

No le intereso el disfrute personal de los tesoros pues todo lo enterró en sitios desconocidos. En un mal día para el, un grupo de vulgares delincuentes lo secuestra con el propósito de que este les revelara los sitios donde mantenía ocultos aquellos metales preciosos. Los sometieron a terribles torturas pero Chongo Morao haciendo gala de la gallardía y del estoicismo de su sangre india resistió hasta el final ese tormento. Murió a manos de los ambiciosos y perversos criminales que no tenían ninguna idea de la patria, pero murió con la alta satisfacción de haber evitado en la medida de su propias fuerzas un mayor saqueo de las riquezas de la Nueva España, mismas que continúan enterradas en sitios ignotos que solamente el supo donde quedaron.

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