4 mitos sobre el agua que no debes creerte

Con motivo de la celebración el día de hoy, 22 de marzo del Día Mundial del Agua , expertos de la Universidad Abierta de Cataluña explicaron que hay creencias populares de todo tipo, algunas ciertas pero muchas otras falsas sobre este elemento.

1. Propiedades curativas

“Al agua no se le pueden atribuir propiedades curativas” , aseguró la bióloga y profesora de los Estudios de Salud, Alicia Aguilar, que señala que agua “hay de muchos tipos” (de la llave, embotellada, de baja mineralización, etc.) y cada una tiene sus características, que pueden contribuir o no a algunas funciones orgánicas.

Las aguas de elevada mineralización -como las cálcicas o hipersódicas- pueden ser, por ejemplo, desaconsejables en casos de problemas renales, cálculos, hipertensión o para los bebés, y las fluoradas, en cambio, pueden ser recomendables para la protección dental, señaló la bióloga.

2. El agua dura es mala

La dureza del agua suele ser otro aspecto controvertido. La bioquímica Carmen Carrión explica que la dureza está condicionada por la cantidad de iones en disolución, “sobre todo de calcio y magnesio”.

Desde el punto de vista del consumo humano, diferentes informes publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) no han encontrado pruebas científicas de que sea perjudicial para la salud .

Carrión solo puntualiza que las aguas duras son menos recomendables para las personas con alteraciones cutáneas y que en algunos casos “pueden provocar eccemas”. El nivel de dureza o mineralización, además, puede influir en el sabor del agua, apunta.

3. El agua embotellada, mejor que la de la llave

Existe también el mito popular de que el agua de la llave es de peor calidad que la envasada, tópico que desmiente con rotundidad Aguilar.

” El agua de la llave pasa por unos controles analíticos exhaustivos de sus características físicas, químicas y microbiológicas que garantizan la calidad y la seguridad para el consumo humano . Que el agua sea del grifo no quiere decir que sea más mala que la envasada”, según Aguilar.

“El agua envasada, de hecho -añade la bióloga-, no es estéril, no garantiza cero microorganismos de origen. Lo que asegura, también por medio de unos controles muy estrictos, es que no haya patógenos”.

Los expertos recuerdan que las etiquetas de los envases tienen que informar de la procedencia del agua y del tipo (mineral natural, preparada, etc.) del nombre de la empresa, fecha de consumo preferente y recomendaciones de conservación, entre otras cosas.

Aguilar puntualizó que además, una clase de agua no se puede atribuir una cualidad propia que es característica del agua en general, “como agua ligera, porque toda lo es”.

4. El agua embotellada no tiene contaminantes

Otro mito que Aguilar desmonta es que el agua envasada en botellas tanto de plástico como de vidrio está libre de contaminantes, aunque ella recomienda el vidrio “porque es un material fácil de limpiar , que se puede desinfectar, lavar a elevadas temperaturas y, por tanto, reutilizar, y es un material más sostenible para el medio ambiente”.

Sobre las botellas de aluminio que usan los excursionistas para transportar el agua , la bióloga indica que “son una buena opción, porque este material es ligero, no deja pasar la luz y es bastante resistente a los golpes”, aunque hay expertos que recomiendan comprobar que el bidón tenga recubrimiento interior para que el aluminio no esté en contacto con el agua y se eviten posibles migraciones de sustancias que puedan ser un riesgo para la salud.

“Algunas acciones humanas cotidianas pueden afectar a la calidad del agua e incrementar los costes de depuración del agua residual”, alertó Hug March, experto en gestión urbana del agua.

La primera práctica nociva, según este investigador, es arrojar por el fregadero el aceite de cocina u otras grasas que se utilizan para freír.

“Pequeñas cantidades de aceite pueden afectar la calidad de grandes cantidades de agua y de rebote encarecer el proceso de tratamiento en las plantas de depuración”, advirtió March, que pide que el aceite usado se lleve en recipientes al centro de recogida, igual que los medicamentos que ya no se utilizan no deben arrojarse por el lavabo y deben ser llevados a las farmacias.

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