Barrios educadores, con vida propia a las ciudades

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“El concepto de Ciudad Educadora
debería ampliarse a otras formas de organización,
como es el caso de los Barrios Educadores”.
Abel Pérez Rojas.

Si quienes habitan un barrio con vocación educadora asumen su responsabilidad y posibilidad de crear ambientes formativos, no desde las cualidades que les son ajenas, sino desde aquellas que viven todos los días, aquellas que crean identidad con el lugar que habitan y que frecuentemente les ha visto nacer, este conjunto de relaciones es lo que da vida propia a los barrios educadores, genera resistencia a procesos despersonalizantes y posibilita el pensamiento glocal.

Los barrios educadores no necesariamente forman parte de una ciudad, porque al seno de juntas auxiliares – centros de población con un mínimo de 2500 habitantes, en el caso de Puebla, México- conviven varios barrios que casi siempre son, por ejemplo, el último reducto de la conservación de lenguas, costumbres y tradiciones ancestrales.

No es necesario que los barrios formen parte de una ciudad educadora para que sean educadores, ni siquiera es condición sine qua non que sean parte de una metrópoli para ello. Esta afirmación hace visible la aportación teórica de la Carta de los Barrios Educadores porque conceptualiza los barrios educadores como unidades de convivencia con vida y riqueza propia.

De lo anterior se desprende que hay barrios educadores urbanos y rurales, pero difícilmente habrá ciudades que se asuman como educadoras si a su interior no hay unidades educadoras de menor escala.

Hacer la clarificación anterior nos permite avanzar en la percepción global de la ciudad, de su multiculturalidad y de cómo deben abordarse dichas cualidades para detonar procesos de sinergia para el bienestar de las personas.

Lamentablemente cuando los entornos urbanos crecen van carcomiendo el tejido social y cultural que da identidad propia a cada una de las unidades vecinales, y al igual de lo que sucede en macro escenarios, la percepción de las ciudades es totalitaria.

El concepto de Ciudad Educadora debería ampliarse a otras formas de organización que los seres humanos han ido dando vida a lo largo de los siglos, como es el caso de los Barrios Educadores.

La idea de ciudad podría estarnos limitando a considerar exclusivamente concentraciones urbanas más o menos extensas, y relegaría a otro tipo de zonas que no necesariamente tienen las dimensiones ni la personalidad jurídica para visibilizar su vida y aportes propios.

Las ciudades educadoras sólo lo serán de membrete si sus barrios, colonias, organizaciones y conglomerados vecinales no se asumen como cuerpos con vocación educativa.

Es decir, se tiene que actuar de abajo hacia arriba, así es como se crea la necesidad de que la ciudad haga suya -a través de sus autoridades y sus políticas públicas- la Carta de Ciudades Educadoras (goo.gl/wrNTDJ), el modelo respectivo y la decisión de interactuar con otras ciudades que también han suscrito dichas aspiraciones y compromisos.

Es en este contexto en el cual cobra realidad lo expuesto en la Carta de Barrios Educadores al exponer:

“El Barrio Educador se asume como un ente vivo y organizado capaz de crear ambientes educadores aun cuando llegasen las autoridades públicas a mostrar desinterés, negar apoyos o incluso, presentar oposición”.

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