Mi doble funeral -cuento-

Por: MakaBrown

Toda la vida traté de evadirlos. Tal vez por la incomodidad de expresar palabras como “lo siento”, o “recibe el pésame amigo” mientras daba abrazos. Nunca me gustaron, siempre la incomodidad de estar en un lugar triste me deprimía. El olor a café y cigarro hacían que se me revolviera el estómago. Cuando tenía siete años, el funeral de mi abuela materna me pegó tanto, que terminé en el hospital. Simplemente perdí el conocimiento y cuando desperté estaba recostado en una camilla de la clínica del pueblo.

Pero este no era un funeral cualquiera. Era MI funeral. Creía que había visto de todo en la vida… y ahora “muerto” podría presenciar algo que jamás me hubiera imaginado. Mis hermanos me ayudaron a vestirme mientras me daban palabras de aliento. “Todo estará bien” me decía mientras apretaba mi mano.

Era una tarde nublada, negra… muy negra. La lluvia no tardaría en llegar. El panteón era como un campo de golf. Las criptas estaban enterradas y apenas una pequeña plaquita decía quienes estaban en su última morada. Me puse mis lentes negros y un sombrero. La camioneta en la que me trasladaron se estacionó apenas a unos cuantos metros de donde estaba la gente. No era mucha, pero la que estaba me daba gusto que me acompañara. Eran mis mejores amigos y los familiares más cercanos.

Todas las miradas apuntaban hacia mi lento caminar. A pesar de que me escogieron un cuerpo “joven y atlético” era de los primeros robots con un disco duro con toda la información de mi cerebro.  Soy un prototipo de la nueva generación de robots con cierta “sensibilidad” soy un KM-8102, gracias a la tecnología de punta que se desarrolló en el planeta. ¿Qué cuánto me costó?… ¡uf! Ni lo piensen. De hecho apenas me alcanzaron todos mis ahorros para estar presente ese día. A pesar de que Apple tiene todos los derechos de mi mente, sólo puedo tener acceso a este día. HOY.

Esas cláusulas en el contrato fueron las que no me gustaron del todo. Toda la información de mi cerebro se podía “reproducir” con un simple “copy-paste”. Pero no importaba. Lo chingón del asunto era que podía observar y sentir cómo me sepultaban, y lo más importante saber quiénes estaban ahí.

Había otra cláusula sobre los derechos de transmisión, por lo que solamente había un medio de comunicación, el cual ya con treinta y siete años de experiencia en la red: notus.com.mx se hacía presente para dar a conocer mi sentir. Se aclaró que no habría entrevistas para respetar mi duelo. Sin embargo las cámaras no dejaban un segundo de enfocar mis párpados metálicos que no soltaban una lágrima ni por error.

Con otro robot (mucho menos desarrollado que yo, jajajaja… pero mucho menos), de hecho de aquellos que se inventaron por el año 2018, tomó mi ataúd para comenzar el descenso. Me preguntaron que si quería verme por última vez. A lo que asentí. En vida nunca vi un cuerpo cuando lo sepultaban. Sentía que podían revivir y pegarme tremendo susto. Hoy era diferente. Era yo a quien estaban sepultando.

Me acerqué cuidadosamente al tiempo que abrían la caja. Ahí estaba, tranquilo, con los ojos cerrados como si durmiera plácidamente.  Nunca llegue a imaginar tanta paz, tanta tranquilidad. Ahora ese cuerpo y esa alma descansaban. Pero no mi mente.

No se si fue buena idea invertir toda mi fortuna para ese momento. A fin de cuentas seguía pensando y me sentí un poco molesto verme tan relajado, mientras mi mente se volvía loca adentro se esa “lata de sardina”. Guapo, joven, musculoso… pero fierros al fin y al cabo. ¡No mi mente, maldita sea!.

Un relámpago nos puso en alerta. Pero no tuvimos tiempo de nada. El agua llegó a cántaros mientras mis amigos y hermanos trataban de cubrirme con un paraguas. Fue muy tarde. Apenas unas gotitas fueron suficientes para que lo delicado de mis sensores hicieran corto. Sólo recuerdo que esa chatarra me duró muy poco el gusto. Ahora estoy almacenado en un servidor de la Apple Corp. Soy una simple copia de seguridad, entre tantos y tantos archivos. No se si mi familia algún día pueda sacarme de aquí, no lo sé. Lo que si puedo recalcarles, es que nunca me gustaron los funerales, ni siquiera el mío… siempre traté de evadirlos.

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