Librarse de las expectativas de otros es liberarse de lo que no somos

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“Hay que liberarse de todo equipaje extra,
aún de aquellas expectativas nobles
que no nos pertenecen”.
Abel Pérez Rojas

Vemos como normal que al vivir en sociedad influyamos con nuestras opiniones a quienes nos rodean y a su vez seamos influidos por la convivencia con los demás.

Lo cierto es que cuando los pensamientos de otros suplantan los nuestros y los asumimos como propios, depositamos parte de nuestra vida en manos ajenas, esto coarta nuestra libertad, nuestra independencia y en consecuencia nuestro progreso.

Darse cuenta de lo que verdaderamente nosotros esperamos y deseamos para nosotros mismos es parte del proceso de liberación que debemos encarar tarde o temprano.

Lo que otros esperan de nosotros es un bagaje que llevamos a cuestas, es el paso del tiempo, tal vez el amor o el miedo, lo que provoca que confundidos asumamos como propio lo que en realidad proviene de las mentes y de los corazones de otros, que puede estar animado por un noble fin o por intereses mezquinos.

De alguna manera la otredad nos influye, y así moldeamos nuestra vida a través de lo que opinan y prevén quienes nos rodean, y como esto inicia con los padres, en general lo asumimos que eso contribuye a nuestro progreso.

El punto problemático del asunto radica cuando las opiniones de los demás toman el control de nuestras decisiones y con ello sustituyen en mayor o menor medida nuestros pensamientos, así dejamos de ser quienes verdaderamente somos para tratar de adaptarnos mal a un derrotero ya marcado.

Por supuesto todo lo anterior puede pasar inadvertido, y va generando trabas inconscientes que con el paso del tiempo requieren de esfuerzos adicionales para salir adelante.

Es preciso no perder tiempo y empezar a la brevedad con un recuento de lo que pensamos y de lo que creemos.

Sería conveniente  remontarnos a través del tiempo, revisar la historia personal y familiar para entender cómo generamos paradigmas de pensamiento construidas por las expectativas de los otros hacia nosotros.

Un ejemplo común es cuando los jóvenes tratan de complacer a sus padres, y deciden estudiar determinada carrera profesional para continuar con la tradición familiar o para no dejar morir la actividad comercial que ya es un patrimonio familiar, pero sin ninguna vocación, otros lo hacen por seguir al amor de su vida de cerca.

Caro es el costo que se paga en esos casos, porque a veces sólo hasta después de algunos años podemos enmendar las decisiones que tomamos por debilidad o enamoramiento temporal.

Nuestras capacidades y potencial sólo lo podemos desarrollar nosotros mismos, de acuerdo con nuestros intereses, eso permite que, como dice el viejo adagio: un olmo sea un olmo, y no le estemos pidiendo peras.

Se trata del valor de moldear y dirigir nuestra existencia de acuerdo a lo que vamos descubriendo y comprendiendo a lo largo de nuestra vida, entonces ¿por qué no tomar el cabal control de ella y dejar de responder a lo que otros quieren para nosotros?

Cada minuto viviendo lo que otros diseñaron y decidieron para nosotros es tiempo perdido. Librémonos de las expectativas de otros y créame que con ello haremos más ligero nuestro andar.

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