Las respuestas están muy cerca

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“No basta con tener oídos para ver, ni ojos para oír”.
Abel Pérez Rojas.

Opinión.- A veces tenemos frente a nosotros las respuestas que estamos buscando, pero es tal el agobio que no nos percatamos de ello.

Por eso, el reto para satisfacer nuestra aflicción está fuera de pensar y pensar, como lo hacemos habitualmente. Ocuparnos en otros asuntos y darle el tiempo a que nuestra mente -y la red compleja que sostiene nuestro ser-, resuelvan de una u otra manera eso que nos preocupa, es la salida.

La humanidad es tan añeja que es muy probable que el motivo de nuestra angustia lo haya sido de  alguien más en el pasado, y quizá haya dejado alguna respuesta que parecería hecha a nuestra medida.

El saber ancestral nos ha legado la sabiduría de las generaciones que nos antecedieron, en forma de cuentos y leyendas la tradición sufí, por ejemplo, a través de La historia del cerrajero nos ilustra sobre cómo nos pueden ser transmitidas las respuestas a nuestros problemas.

Todo empieza con un cerrajero encarcelado injustamente y condenado a vivir en una mazmorra. Después de algún tiempo la esposa del cerrajero logró convencer al rey de que le permitiera darle una alfombra para que el prisionero pudiera realizar sus postraciones, lo cual fue autorizado.

Cuenta la historia que “El prisionero agradeció la alfombra a su mujer y cada día hacía fielmente sus postraciones sobre ella. Pasado un tiempo el hombre escapó de la prisión y cuando le preguntaban cómo lo había conseguido, él explicaba que después de años de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisión, comenzó a ver lo que tenía justo bajo las narices. Un buen día vio que su mujer había tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantenía prisionero. Cuando se dio cuenta de esto y comprendió que ya tenía en su poder toda la información que necesitaba para escapar, comenzó a hacerse amigo de sus guardias. Y los convenció de que todos vivirían mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntos de la prisión. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendían que también estaban prisioneros. También deseaban escapar pero no tenían los medios para hacerlo.

“Así pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevarían piezas de metal y él haría cosas útiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasarían recursos para la huida y del trozo de metal más fuerte que pudieran adquirir el cerrajero haría una llave. Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisión y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperándolo. Dejó en la prisión la alfombra para orar, para que cualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra también pudiera escapar. Así se reunió con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armonía. El amor y la pericia prevalecieron”.

Estará usted de acuerdo conmigo de que tal vez tengamos frente a nosotros la cerradura que afanosamente alguien más haya tejido para nosotros, pero que tal vez lo hizo de tal manera que aún no nos damos cuenta. ¿Verdad que vale la pena poner atención para hallarla?

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