La leyenda que encierra la escuela “Aguiluchos”

Foto | Especial

Irapuato, Guanajuato.- La leyenda de “El agua milagrosa” se cuenta sucedió en el primer cuadro de la ciudad, que proveía uno de los pozos que se encontraban, hoy donde se ubica la conocida escuela “Aguiluchos de Chapultepec”, según narra el autor Martiniano Arredondo Farfan.

“Frente a la Iglesia Parroquial de Irapuato, existían en el año de 1801 unas ruinas de la que fuera casa de la familia Marañón.

Fundador de ella el bachiller don Miguel de Marañon, vivió ahí ya viudo con sus hijas doña Juana, doña Isabel, doña María y doña Teresa.

Muerto don Miguel y habiendo tomado estado las hijas, la casona fue abandonada, y lo que fuera hermosa residencia de 17×48 metros, se fue al paso del tiempo convirtiendo en esas ruinas mencionadas, de las que sobresalía, por su hermosura el cuadro del patio central en donde estaba un pozo de agua junto con varios árboles de limón que seguramente en todo el año surtía de fresca y abundante agua a la familia.

Agua debida a filtraciones de cercano rio de Silao que pasaba por la parte trasera de la casa, que venía por la antigua calle del Río Viejo, hoy de Colón, pasaba a un lado de la Plaza de la Tanda tras de salpicar los muros del templo de San José, y luego se iba a unir, delante de la Presa de Ánimas al río Guanajuato, dando un abrazo mortal a la Congregación.

Como el agua era fresca y la sombra buena, esas ruinas eran muy visitadas por la gente, ya para simples pláticas sin mayor interés, así como por los aprovechados novios que en ese lugar hacían sus citas de amor, notan ingenuas, muchas veces.

Esto dio motivo de preocupación a las autoridades civiles y eclesiásticas, y más todavía el hecho de que se empezó a correr el rumor de que el agua de tal pozo era milagrosa, sirviendo lo mismo para filtros de amor, que para curaciones de diversas enfermedades. Eran ya romerías lo que la gente efectuaba en ese sitio y convocados vecinos de respetabilidad para ver la manera de atacar ese problema se pensó en que fuera el Sr. Cura don Diego Antonio Salvago, quien buscara a los herederos de los Marañón para comprarles esa propiedad y darle otro uso.

Así se comisionó al Sr. Lic. Manuel Martínez de Lexarzar para que localizara a los herederos. Solamente se encontraron a don José Gregorio de Ordoñez, por parte de doña Juana y a doña Manuel Sixtos por parte de doña Teresa.

Hechos los avalúos se efectuó, el traslado de propiedad nombre del citado Sr. Cura en la cantidad de 327.00 pesos 4 reales, de los cuales más de la mitad fue donada por los propietarios para el culto del Santísimo.

Lo primero que se hizo fue cercar las ruinas para evitar tantos desórdenes y pecados no sin gran disgusto de la gente de la Congregación que le tenía mucha fe a la tal agua y que no vio con buenos ojos que fuera a ser tapado. Las autoridades civiles a cuyo mando estaba el alcalde de primer voto don José Francisco Gamiño, tuvo que usar toda sui energía para disolver los grupos que en forma desordenada se oponían a que se les privara del tal agua y lugar de esparcimiento.

Ya calmada la gente y el Sr. Cura Salvago en posesión de la propiedad, se inició la casa cural, la cochera para guardar la “estufa” o coche en donde se ponía la Eucaristía para llevarla a los enfermos y moribundos en el sacramento de la Extremaunción, y otro local en donde se guardaban los coches de los señores sacerdotes.

Así se terminó el mito del “agua milagrosa del limón” que durante muchos años tuviera la Congregación de Irapuato.

Fue en el año de 1857 en que estos anexos parroquiales fueron nacionalizados, convirtiéndose primero en cuartel y ahora en la magnífica escuela “Aguiluchos de Chapultepec”.

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